"¿De dónde vienen? ¿Qué significan? ¿Qué se puede interpretar según los cálculos? ..."
¿Por ahí viajan las estrellas? , preguntó el niño a su abuelo, señalando el orificio que se forma en la cueva al final del recorrido de Xochicalco. El anciano, negó con la cabeza y contestó: En realidad no lo sé, pero imagino que era una forma de comunicarse con el más allá o los mismos espíritus. Fue inevitable sonreír ante la inocencia, pero es que ante la oscuridad de la formación terrestre, resultaba mágico recibir esos rayos de luz.
¿De dónde vienen? ¿Qué significan? ¿Qué se puede interpretar según los cálculos? , me pregunté también. Habíamos caminado por Xochicalco una zona arqueológica impresionante en el estado de Morelos, conformada por varias pirámides y estructuras, habitada entre el 600 y 900 después de Cristo. Está edificada entre terrazas y rampas. Se adoraba a Quetzalcóatl, Tláloc. Avanzábamos por sus edificios públicos como La Gran Pirámide, El Mercado en la Plaza de la Estela de los Dos Glifos, nos detuvimos en los veintiún altares del calendario, el área del Juego de Pelota.
Habíamos viajado desde la Ciudad de México, donde me impacientaba al seguir a mi hijo de quince años que escalaba con la velocidad propia del adolescente. Caminaba tras de él, disfrutando con los muros blanquecinos de semejante ciudad, que habían sido construido en tres niveles. Porque como explicaba el guía, entre más alto, más jerarquía tenía la persona que lo habitaba.
Llegamos a la cueva, esa oscura formación a la que desciendes después de caminar por horas. El niño seguía preguntando, al igual que mi hijo, nadie sabía responder. Sólo mirábamos ese orificio, mientras continuaba el ejercicio reflexivo, ¿este tipo de experiencias te acercan a Dios? ¿Te funden de alguna forma con el universo? ¿Será una puerta hacia la infinitud del cosmos? ¿Cómo podemos alcanzar las estrellas? ¿Los xochicalcas conocían la respuesta? O , ¿acaso podría yo asimilarlas alguna vez?
Desde niña me he cuestionado estas cosas, y ahí volvían los razonamientos. Postrada en mi cama como estoy, escucho sonidos provenientes de fuera. La enfermedad no me permite asomarme, así que entre nebulosas aprecio el conjunto de notas que provenientes del piano de la sala, viajan hasta mi cuarto como una promesa de libertad.
Es difícil estar encerrada, a ratos duermo, a ratos me pierdo en lo que pudo ser y no es. El Claro de Luna de Debussy interpretado por Ángel me regresa a la realidad. Es un deleite estucharlo, a veces pienso que es como una cascada de destellos que caen sobre mí, entonces cambia y parece algo acuático, el timbre de los sonidos hace que vuelva a evocar el agujero en la caverna.
Cerrando los ojos soy ese niño dialogando con el abuelo. Quiero convertirme en un rayo luminoso para viajar por su redondez y no experimentar lo que ahora me aqueja. Quisiera salir, de verdad lo deseo, pero las cuarentenas son estrictas, así que sólo escucho las voces desde la cama y oigo que ahora pasó a Beethoven.
A media sonrisa, juego en mi mente como si fuera una gota de agua, y prefiero recordar la melodía de Debussy, con la imagen de Xochicalco y sus cálculos astronómicos.
Primavera Abril Encinas
Obregón, Sonora, Mex.
Autora, Psicóloga.
Comentarios