“Escribe todo lo que sueñes, llegarás a saber.”...
Sueño 1
Abrí todos los cajones de la casa, me explico: los de la verdura, los del clóset, abrí los cajones de herramientas, de pinturas, de maquillaje, de zapatos, de papeles, productos de limpieza, los prohibidos. Les paso el consejo, no lo hagan porque con los objetos emergen conversaciones que no tuvieron buen fin, vienen ojos cerrados sobre almohadas del pasado, monedas con las que fue imposible comprar afecto por pocos días, regalos amarillentos, fotos donde nadie sabe por qué sonríe, hay en el fondo de todo cajón recibos de cafés a medio tomar, identificaciones de uno mismo (donde ya no podemos reconocernos) aretes sin par, contratos incumplidos: ahí alguien falsificó una firma llena de besos que no se dieron. Consigna: No abrir cajones olvidados en la cuarentena. Por algo han ido a apretarse el pecho, en agonía, recuerdos que no sirven para regar las plantas, memorias que no les crece ni una ramita verde ni mandan esperanza. Abra la ventana, no cajones, ábrase el pecho, usted sigue latiendo. Hágase corazón pleno.
Sueño 2
Pinté para extender el tiempo. En estas horas virulentas parece que la sombra densa amenaza con robarse momentos en los que podemos encontrarnos con el cuerpo, adentro de la casa, debajo de las cobijas. Me arreglé el cabello y fui una desconocida frente al espejo, me hacen falta tus manos que nada saben de peluquerías o de adornos para reconocerme. Estirar los minutos como las piernas sobre el sillón, acariciar a los gatos que nada preguntan porque lo saben todo. Ahora entiendo que los perros de la casa echan miradas de lástima a sus amos disculpando su tontería, lo saben todo también. Abrazo en mi mente tu risa y nuestros encuentros inconsistentes, después de la enfermedad sé que podrás pronunciar palabras rojas, claveles, palabras hamacas, palabras flor de durazno, lenguaje inventado a partir de encerrarnos en el silencio de la piel, candado de este pecho. Lo sé como lo saben los gatos, lo sé todo de ti.
Sueño 3
Entré al cuarto de Lupe, mi hermana. Una cortina ondeaba por un viento que provenía de la calle, era de noche. Me acerqué a la ventana y el movimiento de la cortina me elevó como si fuera una plataforma.
Yo supe que ahí había una fuerza con la que yo podía dialogar, a la que podía acudir o entender. Tuve sueño lúcido, sabía que en otra dimensión ocurren estas cosas que parecen increíbles pero que en realidad son mensajes para descifrar y entender. Supe que toda esa oscuridad era alguien, creo que mi padre. Pensé en el sueño abrir mis ojos y decirme a mí misma que debía recordar este sueño como Marcial, el negro cubano, me recomendó:
“Escribe todo lo que sueñes, llegarás a saber.”
Ese algo, esa fuerza me levantó del piso en un lugar que hay conflicto, sufrimiento y malestar. ¿Qué significa? ¿Lo podré resolver algún día?
Sueño 4
El sueño fue este: Mi padre tocaba el vientre de mi madre. Ella está embarazada y él parece contento. Lo veo salir de la habitación y mi madre espera por minutos que serán meses para parir. Todo es nuevo y extraño. Mi padre no volverá nunca ni ella tendrá la piel tersa de su cara ni el vientre hinchado lleno de un hijo. Yo me acomodo los ojos en esa mentira-ilusión que me llena de vida. La vida que ellos ya dejaron y la que yo me dispongo a abandonar porque también envejezco rápido y aquí nadie nunca tendrá más hijos que no sean los del olvido.
Iliana Hernández Partida
Ensenada, Baja California, Mex.
Autora, traductora, pintora, maestra en Cultura Escrita/Lenguas Modernas,
docente en la Facultad de idiomas de UABC.
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