DECIR QUE NO
- Juan Diego González Castro
- 27 jun 2022
- 4 Min. de lectura
«Y quiero que sepa vuestra reverencia que yo soy
un caballero de la Mancha llamado don Quijote,
y es mi oficio y ejercicio andar por el mundo
enderezando tuertos y desfaciendo agravios.»
Don Quijote de la Mancha (Primera parte capítulo XIX)

Uno de los derechos fundamentales de toda persona es el respeto que todos y todas debemos brindarle cuando toma una decisión. Dejarla decidir sobre cualquier cosa, parece algo tan simple, cotidiano, corriente incluso. Sin embargo, en la práctica [la vida diaria] es tan difícil realizar esto. A veces son cuestiones tan nimias como tomar café o té. Y otras de suma importancia, como cuando se habla de matrimonio. ¿Por qué alguien más se cree con el derecho para decirle a una mujer con quién debe estar el resto de sus días, peor aún, el resto de sus noches?
Durante milenios el varón se ha adjudicado el derecho a decidir por [y sobre] la mujer. Para sostener esta falaz supremacía se ha valido de argumentos religiosos, filosóficos (pudiera citar a Aristóteles) y hasta sociales [el varón lleva los pantalones, la mujer falda.]
Desafortunadamente, en pleno siglo XXI, en muchas culturas y países, incluido México, la práctica de “buscar un marido” para la hija es bastante común. Hay algunas etnias que conservan entre sus usos y costumbres entregar a la hija al varón que puede pagar más por ella [dinero, propiedades, ganado, licor]. Hay una parte en una de mis costillas del lado izquierdo que me duele al escribir este artículo. ¿Con quién puedo conversar sobre este tema y sentirme menos culpable? Quizá con otro loco [bueno ni tanto] Y entonces, cuando desperté Don Quijote estaba ahí, a punto de desenvainar su espada, en una posición de combate como el caballero más valiente, dispuesto a todo.

En abril de este año inicié un taller de lectura de la novela de Miguel de Cervantes, lo llamamos “Café con Don Quijote”. Cada dos lunes nos reunimos en la biblioteca “Maestro Justo Sierra” de La Paz, BCS. La dinámica es leer capítulos del texto en casa y durante las reuniones, leemos fragmentos en voz alta y luego analizamos esa lectura. La novela es un libro por sí mismo maravilloso y la propuesta cervantina es tan mágica que abarca todos los gustos, todas las edades, lectores expertos o principiantes. De hecho, la considero una lectura necesaria [urgente] para estudiantes universitarios de cualquier carrera.
En el Libro Primero capítulo XIV hay un pasaje conocido como “El discurso de la pastora Marcela”. Esta muchacha es culpada de la muerte de un enamorado de los muchos que tenía (Grisostomo era su nombre). Cuando Don Quijote escucha la historia, decide asistir a los funerales con la idea de conocer más sobre Marcela. Y así fue, y además tuvo la oportunidad de conocer en persona a la muchacha y particularmente escuchar su versión de lo acontecido. Mientras los amigos del difunto cavaban la tumba, sobre una peña apareció
Marcela y pidió el favor de que la escucharan:
«Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos: los árboles destas montañas son mi compañía; las claras aguas destos arroyos, mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos y hermosura. Fuego soy apartado y espada puesta lejos. A los que he enamorado con la vista he desengañado con las palabras; y si los deseos se sustentan con esperanzas, no habiendo yo dado alguna (…) Y si se me hace cargo que eran honestos sus pensamientos y que por esto estaba obligada a corresponder a ellos, digo que cuando en ese mismo lugar donde ahora se cava su sepultura me descubrió la bondad de su intención, le dije yo que la mía era vivir en perpetua soledad y de que sola la tierra gozase el fruto de mi recogimiento y los despojos de mi hermosura…»

Más claro ni el agua. Marcela se vuelve la voz de todas las mujeres. Marcela es todas las mujeres. “Nací libre” y por lo mismo, nadie, mucho menos los varones tienen el derecho de decidir por ella. Y esa misma libertad requiere, exige, demanda que se respeten sus decisiones. En este caso, ella no quiere enamorarse y cuando alguien le habla de amores, fascinado por su belleza física, ella les aclara de inmediato su intención de “vivir en perpetua soledad”. Dice que no y punto. Como persona, ella tiene ese derecho de [y para] decir NO. Nació libre. Puede decidir casarse o no casarse. Y si es casarse, decidir con quien. Puede estudiar o trabajar, tener o no tener hijos. Ser monja o diplomática, ingeniera o astronauta.
¿Quién le quita o pretende quitarle ese derecho?
Marcela, firme, digna, valiente termina de hablar, da la media vuelta, se aleja (continúa la narración) y deja a los presentes admirados. Sin embargo, algunos hacen un movimiento de seguirla, sin tomar en cuanto sus razonamientos. Y entonces, Don Quijote, con el sentido más profundo de la justicia, como acontece a los caballeros andantes, se interpone entre ellos y la muchacha, «puesta la mano en el puño de su espada, en altas e inteligibles voces dijo:
—Ninguna persona, de cualquier estado y condición que sea, se atreva a seguir a la hermosa Marcela, so pena de caer en la furiosa indignación mía (…)»

Nadie se movió. Ni dijo esta boca es mía. Aquel extraño caballero tenía puesta su mano en la empuñadura de la espada y su voz era imperativa. Ese día, Don Quijote tuvo una de las más grandes aventuras en el ejercicio de la caballería andante: hizo un alto a todos los agravios sufridos por la mujer por el simple hecho de ser mujer. Y ni siquiera sacó la espada.
Necesitamos, urge, es indispensable [re] leer a Don Quijote de la Mancha. Si Rulfo dijo que “Todos somos hijos de Pedro Páramo”, entonces, todos y todas somos bisnietos y bisnietas de Don Quijote. ¿A quién podemos acudir en un mundo tan desequilibrado y caótico? ¿Un mundo dónde no debe ser normal que las mujeres sean abusadas, golpeadas, desaparecidas? Urge la lectura y difusión de la primera novela moderna. Lectora, lector, imaginemos un país en el cual cada estudiante universitario desde el primer semestre ha leído y analizado al Quijote.
Juan Diego González Castro
Sonora, Mex.
Autor, promotor, docente y fundador de talleres de literatura BCS.
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