DICEN QUE NO SE SIENTE LA DESPEDIDA
- Alberto Ángel El Cuervo
- 6 jul 2022
- 6 Min. de lectura
"Sí ¿verdad? Pero pues solamente me quedé pensando en todas las cosas que pasan sin que nos demos cuenta..."

Ayer domingo por la tarde, regresó huitzi… Huitzilíhuitl, así, sin el apócope aunque este es el nombre cariñoso que le dimos. Se detuvo ahí sobre el alambre de la reja, su cabecita inquieta contrastando con la quietud corporal en ese instante de descanso; de los pocos, muy pocos momentos de descanso que se toma un colibrí… Dicen que las almas que recién emigran lo hacen sobre las alas de un colibrí… Podría ser que alguien haya venido a despedirse; si fuera así o no, elevé una plegaria por el eterno descanso de quien haya partido hacia el eterno oriente. Qué distinto se ve… así, en reposo… sin las alas desplegadas apenas alcanza a verse su cuerpo pequeñito casi del tamaño de su pico largo, largo… Qué distinto es verlo volando y percibir el arcoíris de sus alas al descomponer la luz del sol por medio de los miles de prismas que conforman sus alas… Así en reposo se mira ¡tan desvalido…! Yo creo que por eso es que cuando alguien llega a despedirse, huitzilíhuitl se queda quieto, quieto, como para que nos demos cuenta de que no hay nada más desvalido que un moribundo… se va quedando como adormilado, poco a poco va haciéndose la respiración como un pequeño suspiro que cada vez se aleja más y más… y el gesto va tomando un tinte de tranquilidad extrema… tal vez por ello se dice: descanse en paz, porque eso es lo que se ve en el rostro de un moribundo, una gran tranquilidad que se va apoderando de su ser completo, primero en la mirada y después en todo su cuerpo que entra en un relajamiento plácido, en un sueño muy profundo… y se da entonces el rompimiento de esa placidez por medio de los gritos y llantos de dolor de aquellos que le despiden desde este plano. Claro, nadie sabe cómo vive su duelo cada quién… Por ello, no puede o no debe darse una opinión acerca de la manera en que cada cual vive y manifiesta su duelo por algún ser amado… Bien lo dice el verso del cielito lindo huasteco, refiriéndose justo al momento del adiós… “dicen que no se siente/ la despedida/ dile a quien te lo dijo, cielito lindo, la despedida/ ¡ay, ay, ay, ay, ay…/ al decir sus adioses/ a quien se adora/ sabrá lo que se sufre, cielito lindo/ lo que se adora…” y el sufrimiento del adiós se vive y manifiesta de distinta manera en cada ser.
En todo esto me quedé pensando mientras veía a huitzilíhuitl… Me miraba, juro que me miraba… un colibrí es verdaderamente hipnótico en su vuelo, ese vuelo en el que apenas se distinguen sus alas enormes agitadas tan rápidamente que parecieran un cúmulo de color que le mantuviera flotando juntito a la flor para libar las mieles… ¿será tal vez por eso que cuando alguien se refiere a los máximos placeres se habla de “libar las mieles del amor”…? En voz alta, hablando solo dije: “no te muevas, huitzi, no te muevas, déjame tomar una foto así bellamente reposando…” abrí mi celular para tomar la foto, me llevó solamente unos cuantos segundos, pero al levantar la mirada para enfocar al colibrí, ya había desaparecido… por eso creo que era en realidad un alma que venía a despedirse de mí… así que me dispuse a realizar las labores profanas “toscas y tan humanas”, diría el Maestro Guillermo Aguirre y fierro en su inmortal brindis del bohemio.
---¡Buenos días…!
---¡Buenos días, señito…!
---Oiga, me da mucha pena esto, pero ¿tendrá usted unas moneditas o algún pancito que le sobre? No he comido desde ayer y además le tengo que llevar algo de comer a mi muchachito… Perdone usted, le juro que me da mucha vergüenza, pero no me queda de otra…
El llanto afloró en el rostro de la anciana… Un llanto franco, un llanto de dolor y de vergüenza… Muchas veces debo haberla visto pasar frente a mi casa… La debo haber visto sin mirarla… sin apercibirme siquiera de su existencia, cosificándola como a muchas de las bendiciones que la vida nos regala; pero esta vez, la conexión se dio… Su llanto me desgarró el alma verdaderamente… como respuesta tomé unas monedas que había dejado en el banquito donde pongo mis espátulas y mis pinceles temporalmente mientras pinto, y también tomé una bolsa de frijol, una de arroz y un litro de leche que acababan de traernos… lo puse todo en una bolsita y se lo entregué inmensamente conmovido… la viejecita me llenó de bendiciones, mismas que sentí inundar mi corazón; cuando se reciben bendiciones así, se sabe que son emitidas por un profundo sentir y no por mera cortesía o afán de quedar bien. La vi alejarse… Su vaiven apoyado en el bastón a manera de tercera pierna, hacía recordar algún bote en la mar en calma, balanceándose rítmicamente… A cierta edad ese balance es parte del caminar dado que las piernas ya difícilmente responden a la orden de levantarse y dar el paso de manera ágil y firme, por eso el balanceo que hace las veces de débil catapulta de los pasos… Esto es algo que concluí en mi razonar no tanto por observación sino porque lo observé en carne propia… lo observé cuando me di cuenta de la necedad de mis pasos a negarse a mostrar la misma fuerza y agilidad que alguna vez mostraron. El caso es que así, en ese vaivén de barco en la mar, sin otro mar que la banqueta deteriorada de mi calle, la vi partir y cobré conciencia de que todos los días al sacar la basura para entregarla a Don File, la veía pasar… La ancianita siempre me saludaba, pero yo apenas me apercibía de su presencia debido a que muchas cosas, las más incipientes, ocupaban mis sentires y pensares… Pero ahora lo recordaba con toda claridad… Era una ancianita típica, si es que pudiera permitírseme la osadía de clasificarla así; regordetita, con sus zapatos suaves que mostraban un peluche aflorando por encima, con su rebozo jaspeado que le cubría la espalda, con su falda larga larga, con su cabello cano a media altura, con su bastón desgastado en el mango por el uso y con sus pasos cansados por el peso de los años… Su gesto, no obstante el agotamiento y un dolor que se alcanzaba a escuchar en sus jadeos, era muy amable… un gesto dulce, como las abuelitas que nos describían los comerciales de chocolate o de algún linimento que la figura de la abuela ponía sobre el pecho y la espalda del nietecito con un incomparable amor… así era su gesto, de dulzura y entrega no obstante el camino cuesta arriba… ¿hasta dónde caminará, desde dónde vendrá, por qué pasa justo a esta hora frente a mi casa…? Todas esas preguntas surgían a medida que la miraba alejarse en dirección ascendente… ¿quién la esperaba en casa… quién sería aquel a quien se refería como “su muchachito”…? Tal vez su nieto…
---Buenos días, Don… qué tanto anda pensando jajajaja decía mi abuela que el que solito se ríe de sus picardías se acuerda jajajaja
---Buenos días, Don Filemón… Sí ¿verdad? Pero pues solamente me quedé pensando en todas las cosas que pasan sin que nos demos cuenta, todas las cosas que se dan en la calle sin que nos enteremos…
---¡Uy, Don… no sabe cuántas…! Se lo digo yo que ando de arriba abajo barriendo y mirando todo lo que pasa con la gente que va y viene…
---sí, ya me imagino todo lo que le toca ver… Debe ser muy interesante…
---pues más o menos… Bueno y qué ¿nos vamos a quedar a platicar o me va a entregar la basura?
---¡Ah, caray, jajajaja! Sí, perdón… Por andar filosofando ya se me había olvidado…
Hace ya dos semanas que no pasa la ancianita… No sé qué habrá sido de ella… ojalá esté bien… ella y “su muchachito”, quien quiera que sea… Filemón pasa tres veces por semana a recoger la basura y ya van seis veces que pasa… Tal vez si le pregunto, sepa decirme lo que pasó, al fin que como él bien dice: el anda de arriba abajo y se entera de todo lo que sucede con la gente que pasa a diario por esta calle…
---¡Buenos días, Don File…! Ahora sí no se me olvida la basura jajajaja…
---¡Buenos días, Don…! No se preocupe jajajaja así pasa…
---Oiga ¿se acuerda de la ancianita que pasó ese día que me quedé pensando distraído? Ella pasaba diario por aquí y desde ese día no la he visto…
---¡Ah, sí, doña Lupita… pobrecita, ya se nos adelantó… Creo que se quedó dormida, eso me dijo el Padre… pero sí, ya se fue con Dios, Don…
---¡Ah, entonces por eso vino huitzilíhuitl, fue su despedida…!
---¿cómo dice…?
---Este… no, nada, aquí pensativo… pero lo bueno es que no se me olvidó la basura jajajaja…
Ahora me quedé contemplando a Filemón alejarse entre el rítmico sonido de su escoba de varas, su carrito con los tambos anaranjados, su overol del mismo color naranja haciendo juego con su infaltable cachucha que le llegaba hasta las orejas… Pronto tal vez, se daría otra visita de huitzilíhuitl para una nueva despedida… La pregunta que quedaba es: ¿a quién le tocaría despedirse? O como diría Heminway ¿por quién doblarán las campanas…?
albertorafaelbustillosalamilla.
Alberto Ángel El Cuervo
México-Tenochtitlan, en la reflexión que acompaña la presencia siempre mágica del colibrí.
Alberto Ángel El Cuervo
Nanchital, Veracruz. Mex.
Autor, Pintor, Compositor, Cantante, Intérprete.
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