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Alberto Ángel El Cuervo

EL ADIOS DEL DIFUNTO.

“No te ven, no te escuchan, porque tú ya no estás en esta orilla… vamos, te están esperando…”


Siempre me gustó la celebración del día de muertos… de los “santos difuntos”, decía una mi abuela… y no era que me interesara tanto la tradición, la historia, el origen de esa festividad, no, es que esperaba impaciente los tamales de “masa colada” que se preparaban para ese día… “Tamal de presa”, le llamaban porque llevaban un trozo de carne de puerco ( de ahí la presa, como si fuera producto de caza ). Eran tamales enormes, o tal vez así los miraba mi lejana infancia, con un sabor verdaderamente exquisito… Se iba al panteón, se asistía a misa… y las lágrimas por la evocación de los que ya habían partido, brotaban sin remedio… unas envueltas en una profunda sinceridad, otras tal vez porque así lo marcaba el protocolo de conducta social en ese día. El brindis y la música no podían faltar, lo que provocaba casi siempre hechos que la obnubilación etílica conlleva… a medida que las copas corrían, el parentesco iba subiendo desde el “¡eres mi hermano, cabrón…!” hasta el “¡qué, pendejo, yo soy tu padre…!” y la violencia desencadenada trasgredía todo límite posible si es que lo hubiera… Después de unos cuantos golpes e insultos, venía el perdón y el llanto por la conducta que ofendía al difunto que se recordaba. Y se los cuento ahora, con plena conciencia en este auditorio que me parece siempre tan familiar como si lo viviera una y otra vez… (el auditorio entero guardaba silencio con aparente total atención)


La muerte… ¡Se veía tan distante en aquel entonces…! Se morían los viejos… y la vejez era algo que llegaría después de mucho, mucho tiempo… siglos tal vez… Pero, de pronto, en un suspiro, al despertar, la imagen que me devolvió el espejo me indicaba que los siglos, ante el transcurso inexorable de los tiempos, me habían alcanzado… Ahora la vejez era evidente… no sólo en mí sino en mis compañeros de infancia, de adolescencia, de aventuras en la adultez y ahora de los dolores en las edades invernales. Y comenzó a llegar la ausencia poco a poco… no éramos inmortales como quizá alguna vez en alguna edad temprana hayamos llegado a imaginar…así, en el altar de muertos, las fotografías para aquellos que en ese día se evocaba y se convocaba a llegar para el disfrute de sus comidas y bebidas favoritas, eran ya de aquellos con quienes habíamos convivido contemporáneamente.


Con el tiempo, al llegar al entonces Distrito Federal, comencé a interesarme por las tradiciones que resultaban novedosas dado que las comunicaciones parcas a lo largo del territorio nacional, nos mantenían alejados no sólo geográficamente sino también en costumbres con el centro de la república. Así, me enteré de los altares del día de muertos, de las flores de cempazúchitl y los pequeños anafres con copal para que el difunto llegara a comer y beber encontrando el camino por medio del camino de pétalos amarillos que llegaba a los pies del altar… No sé en qué momento se hizo todo ello costumbre o tradición a nivel nacional… Tal vez fue con la llegada de la tecnología cibernética… La red, la internet, acercó al mundo entero y por ende a todo el país le hizo llevar sus tradiciones a convertirse en nacionales habiendo partido de cada rincón… ¿Cuándo imaginé que una fiesta tan del istmo como la guelaguetza, se convertiría en festejo nacional e incluso de repercusión mundial…? El caso es que ahora los altares, las flores de cempazuchitl y todo lo que conllevaba el día de muertos en el altiplano, ya forman parte del festejo en todo el país… Incluído el mundialmente afamado desfile de catrinas que comienza a realizarse a partir de que al director de la película de James Bond, se le ocurrió incluir el festejo del día de muertos en la película… Pero, intentando hacer algo más atractivo y ameno, pasó de lo fotográfico estático a lo fotográfico dinámico del cine, llevó las calacas, las catrinas y demás a las calles. Cuando la película fue exhibida en el mundo entero, la gente se mostró muy interesada por ese desfile y así, las autoridades de la Ciudad de México decidieron atraer más turismo conservando el desfile como si hubiera sido una tradición milenaria aunque surgió en el año de 2015 con la famosa película estelarizada por Daniel Craig. Pero volvamos al principio… la muerte, aunque parte de la vida misma, por más que digamos valentonadas acerca de ella o intentemos reírnos de su presencia, siempre ha merecido un lugar de respeto atemorizante, por eso les platico todo esto, porque dado que la muerte es parte de la vida misma, se hace necesario vivirla con toda la intensidad… Así, tal vez, cuando estemos en la otra orilla y seamos invocados y guiados por medio del camino naranja de los pétalos de cempazúchitl, podamos regresar a compartir por una noche con nuestros seres queridos que se quedaron un tiempo más en este plano… No sé si extrañaré el canto, la escritura, o el trazo escuchando música durante horas… No sé si la añoranza infinita por quienes amo me envolverá deseando que llegue el día primero de noviembre muy pronto para visitarles… No sé si me hará falta una buena comida casera, aquellos platillos que tanto disfrutara en vida; una copa de vino… Carmenere, quizá… tal vez, no podré apartar de mi pensamiento aquellas tardes departiendo contigo, mi amor de siempre, mi compañera, mi María de aquel arroyo en verano… O probablemente recorra una y otra vez la charla interminable con los amigos hablando de todo y nada… Charlas que intentaban emprender el camino permanente del proceso enseñanza-aprendizaje… Y muy seguramente me envolveré en todos aquellos momentos bellísimos al lado de mis críos… mirándolos crecer, ir poco a poco abordando su propio camino… repasaré mis errores como padre, volverán a derramarse un par de lágrimas al vernos juntos en aquellas inolvidables funciones de la matiné de los domingos cuando inevitablemente me dormía en la película de Bambi bajo la mirada vigilante de mi nena… de mi Maricelita Ixchtell que al final de la película me reclamaba preguntando que, si era cierto que había visto la película, le describiera la escena culminante… Yo describía todo lo acontecido y sus ojitos en un gesto muy especial, intentaban esclarecer cómo era que si me había quedado dormido había visto la película como lo dejaba ver mi testimonio… seguramente también volveré a estar en aquellas tardes primorosas cuando escuchábamos a los maestros de clásico mientras ellos, nuestros niños, dibujaban y tarareaban a sus autores favoritos, Bach el uno, Mozart el otro… Bethooven ambos… O tal vez, extrañaré estas pláticas en estos auditorios que me parecen tan familiares como si lo hubiera vivido repetidamente una y otra vez… Si hubiera alguna pregunta o algún comentario a lo que les platico, les agradeceré mucho que me interrumpan para hacer la charla más dinámica e interesante para todos… En el momento que sea… Finalmente, tenemos mucho tiempo… ¿sí me escuchan…?

Pero no había respuesta… Parecía como si nadie le viera o escuchara en absoluto… Una vez más volvió a preguntar “¿alguien tiene alguna pregunta o comentario…? Pero de nueva cuenta el silencio y la indiferencia fueron la respuesta… le reclamó al ingeniero de sonido que tal vez el volumen estaba muy bajo, pero el Ingeniero ni siquiera volvió la mirada a atender su reclamo… Bajó del escenario y se le acercó a la gente casi gritándoles pero nadie parecía verlo ni oírlo… Finalmente, un tipo con gesto dulce le dijo: “no te ven, no te escuchan, porque tú ya no estás en esta orilla… vamos, te están esperando…” “¿quién… dónde…?” “te esperan en la ofrenda… ya tienen preparado todo lo que te gustaba…” “no entiendo…” “no trates de entender, solamente acepta…” “¿qué es lo que tendría que aceptar…?” “que ya no perteneces a esta orilla” Desesperado volvió a gritar a quién le escuchara…


---¡Oigan, si esto es broma del día de los inocentes, todavía falta para esa fecha…!

---No, te desgastes, te repito que nadie puede escucharte…

---¿Ah, sí? Entonces dime ¿por qué tú sí me escuchas y yo a ti? ¡Ya estuvo bueno de bromas, lo que debo hacer es no aceptar nunca más venir a darles esta plática…!

---Has venido muchas veces… por eso te resulta muy familiar el auditorio… Y yo sí puedo escucharte porque tengo la encomienda…

---Encomienda… ¿encomienda de qué, de quién…?

---Ya lo entenderás… Por lo pronto ven conmigo que, como te repito, te están esperando en la ofrenda… ya lo entenderás…


Ahí estaba el camino anaranjado que llevaba desde la puerta hasta el altar, la ofrenda… había comida… Chicharrón, tamales, tacos, frijol con puerco… Vino, ron blanco, un incensario con copal, dulces mexicanos… Glorias, bolitas de leche, palanquetas de cacahuate, besos indios que no son otra cosa que tortuguitas de cajeta con nueces… Todo lo que a él le gustaba… A un lado del sahumerio con copal, estaban unas fotografías y calaveritas de azúcar con nombres en papel lustre con nombres que correspondían a cada difunto evocado para el festín… Ahí estaban las fotografías de los abuelos, algún amigo y…


---¡Es mi fotografía… ahí junto a la calaverita de azúcar con mi nombre!

---Así es…

---¿por qué, qué significa… es que la ofrenda es para mí…?

---Ya entendiste… tal como te dije… te dejo disfrutar de todo, velos, obsérvalos, ámalos, te van a sentir de alguna manera pero no te escuchan ni te ven… Espero que el año próximo no tenga que guiarte de nuevo…


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Alberto Ángel El Cuervo

México-Tenochtitlan… frente a la ofrenda y envolviéndome en el recuerdo de quienes ya partieron.


 

Alberto Ángel El Cuervo

Nanchital, Veracruz. Mex.

Autor, Pintor, Compositor, Cantante, Intérprete.

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