"Mi Gusto Es…( o la otra mirada)"
Miguel Ángel Avilés
La primera vez que viaje en barco fue inolvidable.
No, así no fue. Eso no me dice nada.
Ni a ustedes, los que me están poniendo atención.
Más bien, creo ver todavía la desesperación de mi madre cuando, acercándose la hora de zarpar, todavía no llegaban por nosotros para trasladarnos a Pichilingue, diecisiete kilómetros hacia adelante, sin vista panorámica aún, contados desde el puente casi frente al seguro viejo y parecía que todas esas maletas que yacían en el porche, no cruzarían hasta Mazatlán, para luego de algunas horas en camión , por fin llegar a la colonia San Andrés de Guadalajara Jalisco , de donde feliz arrancó un caballo blanco un domingo y no quiso echarse hasta ver Ensenada
Ahorita les sigo contando.
Déjenme decirles nomas que, para Monsiváis, el cronista es el “maestro del arte de comentar literalmente y críticamente la realidad”. Otros agregan: La crónica hereda de su origen histórico-literario, atributos que le permiten recrear la realidad sin transgredir la veracidad de los hechos.
Eso creen.
Mientras les cuento más de aquel viaje, que para su tranquilidad si se hizo, recuerdo otro, pero afortunadamente, ahí no iba yo , ni tampoco mi tocayo Miguel del Barco, ni Francisco Xavier Clavijero, pero ocurrió El 15 de abril del año 1912 cuando tuvo lugar una de las mayores tragedias náuticas de la historia: el hundimiento del Titanic.
Aquella travesía era el viaje inaugural del esplendoroso Titanic. La embarcación debía atravesar el océano Atlántico hasta atracar en las costas de América del Norte, en Estados Unidos. Sin embargo, una noche ni tan serena ni obscura, el Titanic- no el Benito Juárez, ni El Guaycura, ni el Azteca. NO. No, no. El Titanic – con 274 pasajeros a bordo, se estrelló de frente contra un Gigantesco Icerbeg , así como pudo chocar un autobús contra una vaca y rasgando el casco de la embarcación luego de unas cuantas horas, hizo que se hundiera en el fondo del mar, para lamento de todos y para que un jefe de información instruyera a ese reportero que se había quedado de guardia , que elaborara , cuanto antes , una crónica insuperable por la competencia editorial de aquellos tiempos , sin saber , bien a bien , quien de todos los partícipes, narró con evidencias lo sucedido y menos quien fue el que dio testimonio de que Manuel Uruchurtu Ramírez, habría cedido su lugar a una dama inglesa que viajaba en segunda clase, de nombre Elizabeth Ramell-Nye de 29 años de edad, quien suplicaba ser incluida en el bote salvavidas, invocando que su esposo e hijo la estaban esperando en Nueva York, un hecho que ponía la piel de gallina a muchos cuando contaban la indulgencia de este Sonorense, casi la representación más completa del superhombre que describía Nietzsche, pero que terminó siendo una farsa , a decir de Guadalupe Loaeza , quien primero hace un libro cronicado por encargo, llamado El Caballero del Titanic, para enaltecer el heroísmo del diplomático , cuya obra , según los editores sacudirá los sentimientos de sus lectores, pero la que terminó sacudiéndolos fue la propia autora, pues meses después, se armó de valor e hizo otra crónica pero esta vez para decir que los familiares del sacrificado se la habían llevado al baile y que aquel acontecimientos era una historia de ficción .
Como pueden ver, la crónica no siempre tiene palabra de honor y radica en una información interpretativa y valorativa de las vicisitudes reales donde se narra algo, al propio tiempo que se juzga lo expresado y aquí es donde el diablo mete la cola y si el cronista no se somete a ciertos estándares éticos, estéticos y de rigurosidad investigativa puede que logre algo no veraz sino tan solo verosímil.
Cuidado. Porque luego nos tiene en cadena nacional y en televisión abierta, por más de un día , con el Jesús en la boca , en espera de que saquen a una niña de los escombros de un terremoto en donde supuestamente permanecía, como el perro negro de Don Julián , sin comer y sin dormir y resulta que no era cierto, con toda pena que le significó al entonces Secretario de Educación , Aurelio Nuño, primero decir que si, con una compungida cara como la que ponía Libertad Lamarque y luego tener que decir que no, como si el país de tantas desgracias estuviera para estos trotes.
Tomo un respiro y prosigo:
Recordemos que uno de los primeros modos de utilizar la crónica fue para realizar relatos históricos por su interesante narrativa. Quiere decir que la crónica es útil para documentar una verdad. Verdad que ocurrió o está ocurriendo pero que es impostergable dejar constancia de ello y no quedarse con el secreto a voces, o el juego del teléfono descompuesto, o el testigo de oídas o peor aún, enterrar lo sucedido, contribuyendo, de este modo a la falta de memoria individual o colectiva, primer síntoma de un pueblo que a la postre, terminará siendo la nada.
Voy a los ejemplos: Bernal Díaz del Castillo fue un conquistador español que participó en la conquista de México y fue regidor de Santiago de Guatemala. A él se le arroga la autoría de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, la cual comenzó a redactar , quizá en una madrugada de insomnio , como un documento de guerras, que, por ende vendría a ser una larga crónica o viceversa, por más que , al paso de los años, este también sufriera un revés similar al que le pasó a Loaeza con su honorable caballero, ya que Christian Duverger publicó el libro Crónica de la eternidad, abogando por la hipótesis de que Bernal Díaz del Castillo no fue en realidad el autor de Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, sino el propio conquistador, Hernán Cortés.61
Si se dan cuenta, ya sea entonces o ahora, la crónica también sirve para amarrar navajas. Pero también para fedatar sucesos, pedacitos de eventos, y darle larga vida, como si fuesen grabados y dejarlos ahí, a la vista de todos para que vivan un déjà vu", un psicoanálisis de los que somos como polis moderna o sinecismo actual en cuyo espejo, todos nos reflejamos, a la vez que somos todos Narciso, pero simultáneamente Némesis, simbiosis esta hacia la que no queremos mirar y esquivamos una realidad irreconocible para muchos, por más que esa reconstrucción de hechos que hace el cronista este la huella digital, el ADN , la indubitable dentadura de lo que hemos procreado y llamamos comunidad , un gran teatro que nos asombra y nos estruja el alma frente a lo que vemos , pero que un santiamén se vuelve algarabía y gozo . Una Colonización, una independencia, una reforma, una revolución como materias primas a disposición de quien presencia con todos los sentidos y al escribir lo ocurrido los convierte en trascendencia.
Quiero decirles que se hace crónica para que sean leídas y en este ejercicio, subyace esa carga de aquello que nos importa y que nos enseña algo fundamental y que más importa: como son la personas y como es la condición humana, no obstante que al narrar usemos recursos imaginativos propios de la literatura y que adereza el cómo donde y cuando para situar al lector, con nociones y emociones en el campo de batalla que previamente escudriñamos para hacerlo y decir.
Exacto, como “cuando explotó el barco San Lorenzo en plena bahía, y los cristales de algunas tiendas frente al malecón quedaron hechos añicos. Dicen que se escuchó un estallido como si explotara una bomba atómica. Qué exagerados. Pero sí sonó muy fuerte, porque traía gas desde no sé qué parte de la República, para abastecer a la capital y pueblos aledaños. La bahía, tan bonita, quedó contaminada: una espuma prieta quedó cual si se hubiera batido, nomás tantito, por un maremoto. Nada de eso, era el combustible que todavía burbujeaba cuando llegaron los curiosos y la cámara de televisión del canal local, que era el único que existía, y tomó al barco incendiado y a los comercios siniestrados de por esos rumbos, y también la camionera donde íbamos llegando para ver lo acontecido muy temprano, casi de mañana, si no me equivoco porque hacía un sol tibio y brillante que dejaba ver mejor las ruinas que dejó la quemazón inesperada, ya que nada de eso ocurría, menos, explosiones de ese tipo, como si estuviéramos en guerra, faltaba más. “
Si se fijan, ya estoy hablando del objetivo de la crónica, el cual, según un autor que me plagié es “iluminar determinado hecho o acontecimiento, sin acudir a una argumentación rigurosa, formal y directa, sino mediante la descripción de la realidad misma, de alguna pincelada valorativa y del manejo de factores de tipo emocional”
Pero si la crónica fue el género por excelencia para relatar los viajes de exploración de los navegantes europeos en sus conquistas en el Nuevo Mundo, tarde que temprano el periodismo y los escritores, se apropiaron de este género difícil de definir y de cultivar. No olvidemos que en las primeras décadas del siglo XIX, los periodistas denominaban como “crónica” a cualquier noticia y que a partir de la edad media, los historiadores fueron llamados “cronistas".
La riqueza de la crónica radica en la subjetividad que le otorga quien la escribe, mismo que retoma el hecho, lo remoza, lo desentraña, lo llena de pormenores y lo recrea bajo la influencia de su mirada. De esta manera el autor puede aportar un estilo personal que embellezca la escritura, no por lo excelso de esta, no, sino por tener la gracia de mover cositas y sentir como si alguien te hubiera vendado los ojos y te está llevando hacia el punto de la noticia que , debo de aclarar , puede ser tan desganada como el tener que armar el rompecabezas de una boda de la hija de un influyente político pero a la que nunca te invitaron como a mí pero la hice o tan entrañable como el recuerdo de tu primer beso adolescente media cuadra antes de llegar a la casa de la novia o tan doloroso y punzante como el transitar , paso por paso , de un diagnóstico, a la agonía , y fallecimiento de una gata que se llamaba Mystery , o de una bebé que previamente fue violada y enseguida asesinada a manos del Mecha , ese que en la primaria siempre cantaba el Pavido Navido en los honores a la bandera , o de una madre que murió de páncreas al día siguiente de tu cumpleaños y te impidió festejar este o lo del narcotraficante en retiro que cayó abatido a manos de un sicario vestido de payaso con una peluca multicolor pero que no era Cucharita o como esa casa de cuartos de cartón azul bajito por donde una vez entró volando un regulador de gas aventado por el Memo, y en donde justamente habría de crecer una niña hasta convertirse en una bella mujer y trascender en los principales diarios locales y nacionales con el nombre de Melissa Margarita Calderón Ojeda, alias “la China”, acusada de comandar unos de los carteles más cabrones de los que se tengan registro en la localidad y ejecutar además a no sé qué tanto enemigo, quienes aparecían por ahí muertos y desmembrado, tal como quedaron un 22 de diciembre una docena de guajolotes de mamá, gracias a la voracidad del perro de doña Yiya, la cual hubo de reparar con creces el daño ocasionado por su animal con el fin de reconquistar una amistad cultivaba durante años en la años en la frontera que marcaba ese cerco que bien conocía sus platicaderas diarias.
Finalizo diciendo, primero, que ese agosto de 1979 llegamos barridos cuando a punto estaba de irse a Mazatlán el ferri y así conocí la capital de Jalisco , de donde gracias a su crónica musicalizada , supimos que Chayito Morales llegó a éstas playas tibias y claras y ancló su ansias para soñar y que al igual que los conquistadores ya citados, vino de lejos, decepcionada por un amor que la traicionó y fue este puerto una esperanza, en el naufragio de mí dolor
Y segundo: Ya me voy y me despido, no sin antes decir que hacer crónica hoy, también sirve para exhumar cadáveres y dar cuenta de la disputa de un botín llamado México, también describir el semblante alegre de la gente , posterior a tantos vivas en un enésimo grito de dolores , esos que contrastan con los de la mañana siguiente y la cabeza del periódico que anuncia el rodar de una cabeza como pasó con la de Hidalgo , cuando el país se dividía en pueblos , voces, paisajes y ciudades y no en cárteles pero también andaban agarrados del chongo unos contra otros, sin dar ni pedir cuartel y al que no fusilaban , lo asesinaban a mansalva o los decapitaban , haciendo de estas anti epopeyas , viles masacres en nombre de la libertad de una nación que todavía no la alcanza plenamente y sin embargo, a todos, sin excepción se le dio títulos de héroes o heroínas , por más que algunos hayan sido o alcancen esta categoría pero otros nomas destacaban por sanguinarios al mando de un general de la región o jefe de la plaza que tomaban como hoy lo hacen las células de aquí , de allá y más allá, temiendo ya que próximamente , dios no lo quiera, tengamos que reportar, en una cronica que, en nuestra emblemática bandera tricolor, aparece ya, por decreto constitucional, la figura de un sicario arriba de un nopal, ejecutando a una serpiente.
Texto leído en la UABCS dentro del XIX encuentro literario de Lunas de octubre 2022.
Miguel Ángel Avilés
Baja California Sur y Sonora, México.
Abogado, Autor.
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