LA JUVENTUD DE ÁLVARO BLANCARTE
- Iliana Hernández Partida
- 6 may 2022
- 3 Min. de lectura
“It takes a very long time to become young.”
― Pablo Picasso

Hay creadores, músicos, artistas que no envejecen. Hace unos meses falleció el baterista de los Rolling Stones, Charlie Watts. Nunca envejeció. El movimiento, el desarrollo de nuevos proyectos, una energía renovadora ha bautizado a estos seres que, en vida, conservan la lozanía de su carácter. ¿Es su aproximación a las dificultades o una filosofía personal la que los mantiene en una burbuja juvenil?
No lo sabemos.
Álvaro Blancarte, artista plástico bajacaliforniano, fue alguien que no conoció la ancianidad. Su mundo estaba siempre lleno de proyectos, casi siempre de gran formato, los neofrescos, según la apreciación de la crítica de arte Raquel Tibol. Una técnica matérica como colado en diversos soportes como madera, tela o directamente en una pared preparada para la plasta creativa. Blancarte como Picasso, rebosante de vida y sensualidad en el día a día, curioso de las posibilidades de la forma y la abstracción (Blancarte dijo que lograr la abstracción era lo más difícil, quizás por las fronteras que destruye al recrearse constantemente ante cada espectador que lo contempla).
Blancarte, como la escritora Margo Glantz, jovencísimos los dos a pesar de los muchos años, imparables, de humor en la punta del genio, con la belleza de los que se saben perdurables y en paz con los designios del cuerpo. Recuerdo su serie de perros en el taller La Panocha, nos enseñó todos sus proyectos en pie, estuvimos maravillados recorriendo el galerón aderezado con las colecciones más extrañas y hermosas: muñecas antiguas, pilas de pantalones y camisas de mezclilla, botes de pintura, placas de carros, zapatos de trabajadores (provenientes de una invisible mina, cansados, con tierra en su uniforme).
Un mundo de objetos de un pasado beat, alucinante, Barbie y la cultura pop en los muros del taller, cruces, cabezas, herramientas para el deseo creativo. Los espacios silentes para la jornada artística, el maestro Blancarte atento a los comentarios, tiene el chiste preciso, la información a detalle del mundo del arte en Baja California, ha compartido sus intuiciones con los alumnos de muchas generaciones, reflexiona con ellos sobre las obras, busca lo rescatable en el trabajo de los demás, lo sopesa y entiende.
Un caimán sereno
Reposa a las tres de la tarde el lomo agreste
todo lo ha visto
sabe enternecerse con libélulas azules
su piel capa de hierro
ha viajado desde cavernas y océanos antiguos
malva su memoria
rupestre su lenguaje incógnito
mortero de imágenes
trozo de óxido bajo la lengua.
Bajo un helecho gigante, un caimán sosegado
dibuja sendas,
descubre cómo llegar al río
y cómo animarse con la algarabía
de las aves
al acercarse
el ocaso.
El “Caimán” Blancarte gustaba del sol, por eso llegaría a Tecate a tenderse sobre las rocas y llevarse la arena ardiente para formar y luego escarbar en su obra. “Orígenes”, “Desierto adentro” son títulos para el encuentro con el artista y su trabajo, el diálogo con su técnica se puso sobre la mesa hace muchos años, así como se descifra la figura de una nube, se acepta con el cuerpo una pieza de jazz o se abre uno paso en el poema hermético o místico, así se aprende el lenguaje de la abstracción
Hay planicies lunares en su trazo, abstracciones con personajes imposibles, criaturas pegadas a un mismo cuerpo, quizás dragones que tiran en diferentes direcciones. La marca del Caimán quedará en muchos territorios físicos donde vivió la vocación por docencia, podrá ser contemplada en murales, museos, galerías, catálogos pero sin duda su huella es la de un artista que se llama perseverancia, movimiento, goce, camaradería, proyectos, exploración, curiosidad, brindis, vitalidad; una juventud que se llamará siempre Álvaro Blancarte.
Iliana Hernández Partida
Ensenada, Baja California, Mex.
Autora, traductora, pintora, maestra en Cultura Escrita/Lenguas Modernas,
docente en la Facultad de idiomas de UABC.
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