LA LAGARTIJA
- Alberto Ángel El Cuervo
- 30 may 2022
- 5 Min. de lectura
“No tengas miedo, chiquita… No te voy a hacer nada…”

Hoy, apareció muerta la lagartijita… Vivía en la buganvilia… Solitaria… Silenciosa la mayor parte del tiempo… Sólo a veces me regalaba sus silbiditos vespertinos mientras su silueta se adivinaba entre las ramas inferiores de la buganvilia. Se había convertido en compañera de reflexiones por la mañana temprano y al caer el sol… Es increíble como un animalito que muchas veces consideramos insignificante, llegue a brindarle una connotación tan especial a la cotidianeidad… La muerte siempre sorprende… Como quiera que sea, de quien quiera que sea… La muerte en cualquiera de sus manifestaciones… Los tibetanos dicen que todo en la naturaleza es parte importantísima del universo y su armonía… así, jamás se atreven a terminar con una vida ni siquiera de un insecto o de una lombriz porque de lo contrario arrastrarían un carma que tendrían que pagar por haber motivado el desequilibrio de la existencia misma…
La primera vez que tuve contacto con la ella, fue al salir al patio muy temprano… Salió corriendo temerosa del gigante que asomaba por la puerta de la cocina… La vi llegar hasta la buganvilia entre la cual se ocultó para ponerse a salvo de cualquier potencial agresión… Recordé inevitablemente cuando por mera diversión, lanzábamos piedras a las lagartijas que encontrábamos por medio de nuestras resorteras… No pude evitar el preguntarme ¿De dónde surgió la idea de que privar de la vida a un animalito tan pacífico era motivo de sentirse orgulloso y divertido…? Quizá, pensé, en tiempos remotos, ese juego era parte del adiestramiento para la cacería que alguna vez fue de vital importancia para obtener el sustento… Pero en la época de mi lejana infancia, por supuesto que eso ya no era parte indispensable de la información y formación de la niñez… Sin embargo, todos los adultos de entonces, reían divertidos cuando cazábamos lagartijas o palomas con las resorteras que hacíamos de horquetas de palo de limón… Las escogíamos en la mata… La mejor era la que guardaba una proporción equilibrada en sus ramas bifurcadas. Las horquetas de limón eran las más fuertes. Así que las cortábamos dejando el largo justo en la rama de en medio para que la mano pudiera sujetarla con firmeza y el largo justo en las dos de la horqueta para que las ligas y la badana pudieran pasar llevando el proyectil hasta el blanco seleccionado. Pero lo más importante era el equilibrio en la dimensión de las ramas… El equilibrio… Pensábamos en ese equilibrio, pero no en el de la naturaleza ni en el equilibrio de la paz interior… Y realimentado el instinto destructivo, la aprobación risueña de los adultos, nos llevaba a querer conseguir presas cada vez mayores… Incluso el descalabrar algún enemigo integrante de otra pandilla, era aplaudido… El hombre ha sido el más destructivo depredador de su casa, de su hábitat, de su planeta… En todo eso pensaba mientras contemplaba el cuerpo inerte de la lagartijita. Cuando la vi la primera vez, me sorprendió, me asustó un poco, debo reconocerlo… Después, ya pude contemplarle incluso con afecto… Le hablé… “no tengas miedo, chiquita… No te voy a hacer nada…” y sus ojos grandes, muy grandes para el tamaño de su cuerpo, lo hubiera jurado, me miraban ya sin gran temor, como intentando confiar… lento, lento me fui acercando… ella no hacía ningún movimiento que denotara temor… Estaba a punto de acariciarla… y dos milímetros antes de tocarle, el ruido de una ardilla en la buganvilia la asustó y salió corriendo a esconderse… Pasaron un par de semanas sin verla… Un día, muy temprano, la vi en el patio tomando el sol… Recordé que es de “sangre fría”, ectotérmicos, que no son capaces de generar su propio calor interno por medio de algún proceso metabólico fisicoquímico y por lo tanto requieren de calentarse bajo los rayos solares… Ahí estaba… con la cabeza ligeramente erguida hacia el cielo… volví a hablarle diciéndole que se sintiera tranquila, que yo la protegería… entré a mi estudio dejando la puerta abierta… un par de horas más tarde recordé que no había cerrado y volví para ello. La lagartijita había desaparecido… pensando que una vez más había corrido a esconderse al pie de la buganvilia, me olvidé del asunto… De nueva cuenta pasaron un par de semanas más… “Domitila”, que era el nombre con que la había bautizado, no aparecía… Preguntándome dónde estaría, tranquilamente, me dispuse a darme un regaderazo… de pronto, al intentar sacar una loción capilar de la bolsa de mi bata de baño, algo brincó causándome un susto tremendo al pensar que pudiera ser un ratón. Pero no, era Domitila la lagartijita que estaba dormitando en mi bata como si fuera una verdadera mascota buscando el calor y aroma de su amo… con el brinco, cayó al piso… de inmediato la atrapé tratando de ser extremadamente cuidadoso con ella para no lastimarla… asustadísima, movía la cabecita intentando escapar de mi mano… De pronto, dejó de moverse y cerró los ojos… automáticamente abrí la mano pensando que le había lastimado el golpe o mi brusquedad al atraparla… al abrir la mano dio un giro quedando panza arriba inerte totalmente… Sentí una tristeza enorme pensando que la había matado y, dándole masaje en la pancita intenté revivirla… No reaccionaba… inevitablemente afloraron un par de lágrimas… Confieso que me sentía ridículo llorando por una simple lagartija… Pero no podía evitarlo igual que no podía evitar pensar en las palabras de los tibetanos en torno al equilibrio del universo que se da por medio de la armonía absoluta de absolutamente todos los elementos que lo integran… En el universo todo está vivo, todo contribuye, todo canta en el universo… todo canta… de ahí el concepto de la llamada música de las esferas dentro de lo que se conoce como parte de la geometría sagrada… Pensé que recurría a esos conceptos para no sentirme tan ridículo… Pero por más que intentaba racionalizarlo, no podía evitar la tristeza culpígena al romper el equilibrio de la vida universal… Me dispuse a llevar a Domitila al jardincito para que regresara a la tierra, de donde todos venimos… Llegando a su guarida, su escondite, su casa en la base de la buganvilia, la puse en el piso para cavar un agujero que serviría como su última morada. Para mi asombro, al ponerla sobre la tierra, dio un salto y se incorporó huyendo atrás de la buganvilia… Mi alegría no tenía límites y agradecí al cielo que no hubiera muerto.
Todos los días, la buscaba sibando algo similar a los ruiditos que Domitila emitía al atardecer… la mayor parte de las veces, asomaba y cantaba junto conmigo. Se había convertido en una bella costumbre, una especie de saludo de buenos días… Pasó el tiempo… yo vigilaba escrupulosamente que la puerta del estudio no quedara abierta para que la lagartijita no volviera a entrar por su propio bien… Y de pronto, hoy domingo…
---Papá… La lagartijita…
---¿Qué pasó…?
---Se murió…
---¡No me digas…!
---Sí, la encontré ya muerta…
---¿Qué fue lo que le pasó…?
---no lo sé… Estaba en la cubeta…
---¿ahogada…?
---No, la cubeta estaba vacía, seca…
---pobrecita… Tal vez fue demasiado el calor…
No quise verla… Por más que mi hija me insistió, no quise verla… Domitila se fue… Se quedó dormidita, pero esta vez, su partida había sido en armonía, eso quise pensar… En armonía con los cantos universales… Ya sus ruiditos no formarían parte de la música de las esferas, pero ahora su existir había sido modificado en esa bendita armonía del universo… Si alguna duda hubiera podido quedar como reminiscencia de mi infancia y la crueldad de matar animalitos con las resorteras, ahora se había despejado… Definitivamente, Domitila, la lagartijita de la buganvilia me había enseñado a comprender perfectamente que todo el universo se mantiene en armonía… Absolutamente todo… Hoy apareció muerta la lagartijita… no quise verla… pero no pude evitar un par de lágrimas agradecidas de la enseñanza que me dejó.
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Alberto Ángel El Cuervo.
México-Tenochtitlan.
Reflexionando alrededor de la armonía universal, de la vida y la muerte, de la música de las esferas.
Alberto Ángel El Cuervo
Nanchital, Veracruz. Mex.
Autor, Pintor, Compositor, Cantante, Intérprete.
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