"El sol la viste temprano anunciando la mañana, dejando ver su roca porosa… Como mis ideas..."
Una pared de ladrillos orientada hacia el este, desgastada por la vida… El paso del tiempo cambia los tonos de las cosas, desgasta texturas, aloja humedades y está vestida por una hilera de hormigas que aparenta nunca dejar de caminar. Un muro es como un lienzo, va guardando todo lo que hay a su alrededor, permanece aunque todo cambie en frente, detrás o, como se suele decir, hombro con hombro con él. Pero yo siempre lo miro de frente… El color rojizo de los ladrillos, de algún modo me genera un efecto hipnótico y empieza a fluir un conjunto de imágenes como cuando uno enciende un carrusel de diapositivas en una pantalla que viene a ser mi pared de ladrillos… Un testigo silencioso de mi vida cotidiana… Día con día se percata de que mi ropa recién lavada va teniendo remiendos, arrugas y deshilachados. Los sonidos de mi escoba cambian con mi estado de ánimo, desde los cepillados más suaves hasta los más enérgicos arrastrados de hojas mojadas por la lluvia de ayer.
Mi pared de ladrillos… El sol la viste temprano anunciando la mañana, dejando ver su roca porosa… Como mis ideas, que muchas veces me da la impresión de que, desbordadas, es imposible retenerlas… Se filtran a través de los poros de mi alma y es entonces cuando sonrío… las comisuras de mis labios toman direcciones hacia abajo y lloro, o quizás frunzo el ceño. En realidad no tiene importancia la evidencia que mi rostro deje ver, sino el camino que uno de mis pensamientos pudo encontrar. Hoy, mi atención fue capturada por una sombra, una pequeña sombra en mi pared de ladrillos… Una sombra liviana que descendía poco a poco… Algo difícil de describir, como cuando caemos en blandito… Veía la sombra pero me tardé en encontrar el origen del reflejo en el espejo de mi vida cotidiana: mis ladrillos… Era una pluma, y su dueño pudo haber sido un ave o quizás una almohada o tal vez un ángel. De inmediato mi mente comenzó a divagar, incluso podía decirse que se sentía una gravedad distinta, algo así como andar en cámara lenta, al igual que las carreras de velocidad… ¡Son tan rápidas! Pero se viven como una eternidad, sólo se logra el objetivo si uno se relaja… Tanta adrenalina contenida, dosificada… Una emoción que, si explota a destiempo, implicaría el fracaso… Y de la misma forma, no quería perder de vista esa pluma, seguir las pistas para encontrar el tesoro… Un principio y un fin… nos disgusta lo inconcluso… La sensación se remonta al día en que tendría una revelación: esperar toda una vida creyendo en los cuentos de hadas para hoy descubrir la verdad.
Le he contado muchas historias, cada ladrillo guarda una imagen, como aquellas que creemos ver por un instante cuando vuela una burbuja de jabón. Se van con el aire los recuerdos y en un repentino instante desaparecen para siempre, pero la fortaleza de mis ladrillos sigue en pie, persiste, y mis vivencias con ellos; cada uno forma parte de mi pasado, me acompaña en mi presente y vemos hacia la misma dirección el futuro. Mi pared no es precisamente un confidente ni mucho menos un amigo, pero sin duda, lo primero que veo cada día y a lo último que le deseo buenas noches… esas noches donde, al posar la cabeza en mi almohada de plumas, reparaba el mundo… soñaba con lograr conseguir el primer lugar, pillar a todos aquellos que me habían lastimado o salirme con la mía en los planes más complicados… Y la pared de ladrillos, el centinela de mis anhelos, capturaba cada uno de los caprichos de mis fantasías… Testigo de la parte ingenua de mi persona que sólo conocen mis sueños.
Y fue precisamente como uno de esos sueños que custodió mi pared de ladrillos tantas veces, lo que percibí aquella mañana… Al principio fue algo ensordecedor, demasiada información en un segundo, pero nada me podía distraer de esa pluma que bajaba… Algo así como la primera vez que logras caminar en reversa… Más que poder caminar en una dirección hacia donde no conoces el camino, aprendes a confiar en ti mismo, das un salto de fe… Vi mi vida completa en un segundo, no fue algo ni placentero ni perturbador, pero sin duda se sentía como algo nuevo… de antaño… Y yo seguía mirando la pluma, como si me hablara, era una especie de curiosidad imperante, descubría algo nuevo y sólo me interesaba ver el destino final de algo tan simple como una pluma… Esa es la única pista que me quedó, por eso digo que su dueño era un ángel, podría asegurar incluso que vi su silueta, pero era una imagen tan borrosa como ver un oasis en una tormenta de arena… Percibir una ligera luz al final del túnel, como aquel sueño recurrente en el que se está a punto de conocer el desenlace y te despiertas… nunca pude ver donde terminó la pluma, mi pluma… Me dejó cierta melancolía… Pareciera uno de esos días en los que le quieres platicar a alguien que te sientes triste, pero no sabes por qué y mejor no dices nada… Un sentimiento que dejamos flotando hasta que, al igual que el humo de un cigarrillo, se desvanece… Como cuando vas caminando y hueles el perfume que tu corazón reconoce pero no hay nadie… Un intento de atrapar lo intangible con dos manos, similar a lo que los bebés intentan buscando atrapar el aire… Como aquellos juegos sin juguetes, pero que llenan el baúl…
La pluma pronto tocaría el suelo… lo más probable… Los sonidos ambientales paulatinamente se sumaban en coro a la melodía de las 12… se iba escuchando poco a poco la bulla en la calle: los coches, ladridos de perros, el andar de la gente por la banqueta hablando nimiedades, el silbato del afilador, la campana de misa de doce, los gritos de la vecina regañando a los niños, las llantas del carrito del ropavejero y, sobre todo, el particular canto de gorriones en los meses de primavera… Todos esos sonidos iban en aumento como cuando escuchamos el taconeo de alguien que se aproxima. No podía decir que desperté porque nunca estuve dormida pero, sobre todo, no tuve la sensación de un sueño vívido… Sólo supe que me había caído y que ya estaba de regreso aquí, mirando de nuevo mi pared de ladrillos…
Maricela Bustillos Rodríguez
Septiembre, Rancho Paraíso, Ciudad de México.
Maricela Bustillos Rodríguez
CDMX, Mex.
Lic. Psicología, bailarina, autora y narradora.
Que bella narrativa , gracias por hacernos vivir momentos tan mágicos y expresar lo que muchas veces sentimos y no sabemos cómo decirlo .