LOS SUEÑOS TRUNCOS DE UNA GIMNASTA.
- Alberto Ángel El Cuervo
- 1 abr 2022
- 6 Min. de lectura
“Tenía que conquistar el mundo..."

Su carita era de nerviosismo… Habíamos pasado casi todo el día escogiendo la música… El torneo era llamado elegantemente “Copa México” y era organizado por y en las instalaciones de la YMCA, la Guay de División Del Norte donde acudíamos para la actividad deportiva, toda la familia… Habíamos planeado juntos su participación en la disciplina de piso dentro de la gimnasia olímpica de acuerdo a la música escogida… Y ahí estaba, había llegado el día de la competencia… Momentos antes de su turno, le di un beso y le deseé mucha suerte con todo el amor a mi Nena, mi “Nicolasita”, Maricelita Ixchtell… Categoría Chichimecas, así lo anunciaban… En la clasificación infantil se hacía una subclasificación por edades… Arrancó la música y ella orgullosa comenzó su rutina… En el sonido local se escuchó su nombre y al final triunfante de su participación no pude contenerme y corrí a abrazarla y llenarla de besos sintiéndome orgulloso de mi pequeña gimnasta… “¡Y ahí tienen el abrazo y la felicitación para nuestra gimnasta por parte de su orgulloso padre!”… con su medalla regresamos orgullosos de ella quien, años más tarde, nos confesaría que en aquel momento pensó que la competencia se trataba de las Olimpiadas. Cuántas ilusiones… Cuántos sueños… Hasta dónde habrá volado mi pequeñita hija en su ensoñación como gimnasta… Por supuesto debe haber conquistado el mundo entero y sus competencias olímpicas y mundiales… Pero en ese momento, su carita reflejaba el orgullo de haber competido en la Copa México de la YMCA… El amor que un padre siente por sus hijos, es algo indescriptible, y así, el compartir con mi nena su triunfo gimnástico me hizo volar junto con ella, mi pequeña gran campeona… Pero su camino sería otro, la competencia sería consigo misma para conseguir su preparación y llevarle luz y sonrisas a los demás por medio de su condición de campeona ya no como gimnasta sino como dadora de tranquilidad por medio de su conocimiento como Psicóloga…
Eso pensaba, mientras leía la terrible noticia: “¡Luto en el deporte! Muere gimnasta ucraniana de 11 años tras impacto de misil en su casa…” Katya Dyachenko, competidora de gimnasia olímpica en la especialidad de gimnasia rítmica, fue encontrada bajo los escombros de su casa… Su casa, su hogar, su refugio… donde se supone que (así lo aprendió desde el principio de su memoria) estaría a salvo de todos los peligros. Suena la alarma… El sonido per se es aterrorizante… El corazón angustiado envía la señal y corres, corres junto a Katya, junto a miles de niños más, junto a todos los que corren envueltos en el sonido terrible y amenazante de la alarma que anuncia la muerte entre misiles que se ufanan del triunfo… corres con toda el alma sintiendo que no puedes más, que tus pasos se resbalan y no avanzas lo que se supone debes avanzar en tu carrera desesperada para buscar ponerse a resguardo del espantoso bombardeo que la alarma, la sirena estridente anuncia. El terror de la guerra se hace presente… ahí está… ahí está, penetra todo, penetra las paredes, los sótanos, todo lo que, supuestamente protege, se empapa de temor… así permanecía Katya, empapada de temor… estaba en su casa, protegida, refugiada… ¿abrazada a su madre quizá…? Abrazada a sus sueños… Todos los sueños que sus 11 añitos de edad guardaban: Aprender a tocar guitarra, terminar el colegio, ganar concursos y saltar en paracaídas… Abrazada al regazo materno y escuchando o escuchándose a sí misma en su interior tocar la guitarra, el registro agudo de las cuerdas fue haciéndose más agudo e intenso cada vez hasta que, de pronto, todo quedó en silencio… Los sueños quedaron masacrados… se fueron mezclando con el polvo, con el olor a pólvora, olor a escombros, a destrucción… Olor a muerte… Y quedaron truncos… Todos los sueños de Katya quedaron truncos… La pequeña, promesa deportiva de Ucrania, según el decir de su entrenadora, se llevó sus sueños y sus ilusiones hacia el viaje eterno entre los confines del universo…
Ana Purtova, parlamentaria ucraniana, escribió en su cuenta de Twiter: “Esta es nuestra gimnasta Katya Dyachenko. Tiene 11 años. Murió bajo los escombros en su casa en Mariupol cuando un misil ruso la alcanzó ese mismo día. Podría haber tenido un futuro brillante por delante como joven campeona de Ucrania. Pero en un segundo, ella se había ido.”
Por su parte, su entrenadora, Anastasia Meshchanenkov, con profundo dolor escribió: “Tenía que conquistar el mundo, pero ha muerto enterrada en escombros. Tenía que conquistar el escenario y regalar sonrisas al mundo. ¿De qué tienen la culpa los niños?”
¿Qué culpa tienen los niños y todos los inocentes caídos (niños, adultos o ancianos) que cada día entre el llanto contenido imploraban al cielo por la llegada de la paz…? ¿Por qué se causa tanta destrucción, tanto dolor, tanta perdida entre la muerte en el nombre de lo supuestamente justo o injusto, de los supuestos derechos patrióticos, geopolíticos, que no resultan ser sino meramente económicos a niveles inimaginables de ansia de poder sin límite…? ¡En el nombre de Dios mismo se han desatado guerras infernales!... Insisto una y otra vez: En la guerra no hay vencedores ni vencidos… todos perdemos… Día tras día, buscamos una pequeña ventana, una pequeña claraboya por donde percibir un pequeño rayo de luz que nos brinde una pequeña esperanza… una sonrisa… Tristemente pareciera que cada vez resulta más difícil encontrarla… La guerra, la violencia generalizada, la crueldad, la ausencia (cada vez mayor) de los mínimos valores que llevan a sucesos verdaderamente vergonzantes para la humanidad… Todo ello necesariamente debe causar en la niñez una percepción apocalíptica de la existencia… Una sensación donde la manera de contemplar el futuro se inutiliza al pensar que el segundo siguiente puede ser el último… los sueños quedan truncos… Truncas las esperanzas… Truncos los deseos de superarse, de aprendizaje, de ser mejores personas porque ¿Para qué preocuparnos si hoy tristemente el existir está tan incierto, tan amenazante…?
Y como fieles testigos que avergüenzan a la especie humana, quedan los miles de edificios derruidos parcial o totalmente… Un chelista, sentado entre ellos, emite una plegaria abandonada a su suerte… Lo hace por medio de su Chelo… La melodía, más triste que nunca antes, ni después, brota del arco y la madera cimbrando a los cimientos mismos de esos edificios del color de la ceniza, del tizne, del color de la muerte irremediable consecuencia de la estupidez de la guerra… Una soprano, ataviada con toda la elegancia para el más importante escenario, regala su voz al viento para que éste la lleve entre sus brazos al más remoto de los rincones de la Tierra y les cuente a todos lo que está pasando allá… Allá en esas tierras que estando tan lejanas se acercan dolorosamente cada vez más… Una mujer, entre los escombros de su casa semidestruída, intenta su quehacer cotidiano entre llantos que hacen temblar el canto de su himno nacional… Intenta, quizá entender los afanes patrióticos, históricos, los afanes del poder… Poder que de nada sirve cuando los sueños de una pequeña gimnasta se quedaron sepultados entre las ruinas de lo que le enseñaron que sería su refugio protector… Una pequeña gimnasta que hoy se convierte en símbolo del dolor infantil… dolor que, si ponemos atención, podremos escuchar no solamente en Ucrania, sino en cada rincón del planeta…
Lloro… Me resulta imposible detener el llanto… Miro la foto sonriente de Katya cubierta con su atuendo elegante, su medalla, sus sueños… Regreso a mi pequeña… A la competencia aquella de la Copa México… A mi pequeña gimnasta que continúa los torneos y las competencias en la gimnasia de la vida, llevando regocijo, sonrisa y tranquilidad por medio de su valiosa aportación como terapeuta… Al mirarla, surge una petición al cielo: ¡Que esto acabe… Que nunca más se trunquen las ilusiones, los sueños, las esperanzas de esos pequeños que son la única posibilidad de un futuro promisorio…! Que nunca más haya otra Katya Dyachenko… Que nunca más se trunquen los sueños, los valiosísimos sueños de la niñez del mundo entre estos absurdos intentos de justificación de la guerra.
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Alberto Ángel El Cuervo
México-Tenochtitlan, en el afán de entender el por qué de la crueldad desmedida…
Alberto Ángel El Cuervo
Nanchital, Veracruz. Mex.
Autor, Pintor, Compositor, Cantante, Intérprete.
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