"Ninguna otra ciudad del mundo ha fascinado a través de los siglos la osadía imperial de los indígenas mexicanos."
A la entrada de los españoles a la gran capital azteca, sus ojos quedaron maravillados por lo que veían: que si era cosa de sueño, que las ofrendas a la vida y a la muerte rodeaban miles de casas de cal y canto, 350 mil personas viviendo en una ciudad rodeada por el agua-otras fuentes datan que 600, 000- y con sus cuatro calzadas de tierra firme y en medio, puentes, canoas y lanchas trasportando a miles a sus escuelas, trabajos, mercados, centros religiosos.
La verdad a mi me encanta dar cuenta de esa ciudad y varias veces he tratado de inducir en mis sueños entrar en ella. Mi maestro José de Jesús Sampedro nos decía cuando terminaban las sesiones del taller profesional de literatura de la posibilidad real de manejar nuestros sueños con pequeños ejercicios poco antes de dormir. La verdad aun no lo logro.
En otros experimentos si, es decir, manejar a voluntad el sueño y hacer maravillas. He estado en la luna en dos ocasiones, dos veces con fidel Castro, una con los Beatles, ser astronauta en Marte, besar a la Trevi, tocar a Jenifer López, viajar al pasado (1670, 1856, 1930) y un sinfín de acciones deslumbrantes.
Pero nunca estar en la capital Tenochca.
Por eso mi afán de investigar en muchas fuentes documentales lo mas posible, ver y anexar mapas y dibujos de cartógrafos alemanes, flamencos, judíos, chinos, la imaginaría de dibujantes de la edad media y feudal sobre los indígenas mexicanos y en especial, su alucine de cómo era la capital a la que tanto desbordaban su imaginación por la fiebre del oro y por su vertiginosa construcción, única en el mundo.
Recuerdo las pláticas que daba en la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Buenos Aires acerca de Moctezuma y en la Universidad Católica, de México Tenochtitlan, y abrían los ojos maestros y estudiantes e intendentes de mi afán por explicarles lo que realmente aconteció en la antigua zona pantanosa a la que fueron reducidos los aztecas -.aztatecas, es lo correcto, pues fueron aventados de aztatlan, humillados y vejados para que hicieran su propia aventura- y lo lograron, trabajando duro, inventando, reduciendo, acaparando. Pero se aventaron 100 años vagando hasta encontrar la tierra prometida.
En la Ciudad de Matehuala, lo mismo: platicar con estudiantes, masones, colonos y hasta meseros: dar rienda suelta lo que los dioses les habían inspirado a los aztecas-mechicas , también en otras ciudades en hospitales con enfermeras y doctores y pacientes y de manera realista dar rienda suelta de cómo basaban dichos comandantes peleadores sus sacrificios a los dioses de la lluvia, la tierra, la vegetación y la luna.
El tema central es describir la ciudad hervidora de los aztecas: cosa de reales clases privilegiadas y monarquías indígenas guerreras y quienes defendieron con valentía y estimación a su ciudad, fruto de arquitectos e ingenieros únicos en el mundo.
Moctezuma 11, el caudillo guerrero era el monarca absoluto y sus rasgos cuasi divinos hacían que la ciudad y sus acueductos de agua dulce, sus inmensos palacios y jardines, fuesen de una originalidad única, pues en el arte de la jardinería los aztecas habían aprendido lo suficiente de los reyes de Texcoco.
Miguel Ángel Aguilar Fuentes.
San Luis Potosí, Mex.
Autor, Periodista, Promotor Cultural, Numerólogo.
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