“A Juan Pablo, mi hijo, porque con su amor me mantiene viva.”
Es la muchacha chaparrita, hace unos pases en el momento justo, sonríe con ojos y cuerpo en los partidos de vóleibol en la Secundaria Migoni, recuerda su amiga Magdalena Calderón, también escucho de su voz unos versos que Gloria Ortiz le escribió a su compañera Socorro Hernández:
“Tienes pecas en la cara
pero no te de cuidado
porque el cielo es más hermoso
cuando es más estrellado”
Es claro que Gloria fue una gran lectora desde niña, localicé estos versos en el Cancionero Popular, compilación de Emilio Lafuente y Alcántara, editado en Madrid (1865). He escuchado anécdotas sobre la poeta Gloria desde siempre; se le recuerda en contraste: frágil como una avecilla pero fuerte en un empecinamiento por su libertad para ir y venir, reclamo esencial. Su figura sigue desplazándose por el puerto, imagino, por los pasillos del Riviera y las calles del centro, las más oscuras, por los montes de salvia la presiento, converso con ella por medio de las fotos que su hijo Juan pablo me ha enviado.
Desdoblamiento
Yo soy mi propia casa.
Abrazada a mí misma
me habito y reconforto.
Frente al diáfano espejo de la noche
grito mis vivas y mis mueras
cuando salgo a matar a la Gorgona
que azorada
¿azogada?
viene desde el cristal
hacia mi encuentro.
(Tomado de La soledad es un espejo)
Gloria sabe de dónde proviene todo desasosiego: el no tener una casa. Ella es su propia casa, a veces la incendia para construirse otra; en su interior descansa de la marejada, acuna al hijo, planea la revolución y se interroga mil veces si ha de enfrentarse a Dios o la Bestia.
De Pablos
A mi hijo
Me gusta que sueñes a destiempo.
Sin horario.
Me digo:
mujer, no pariste una piedra.
Porque sólo a la piedra no la toca el sueño.
(Fragmento tomado de La soledad es un espejo)
Sin duda es Juan Pablo quien es fuente de todo amor para Gloria, le dedica en La soledad: “A Juan Pablo, mi hijo, porque con su amor me mantiene viva.”
Vi la vida en los ojos de Gloria, la misma sonrisa enorme de los dos, unidos por los viajes, estancias con familias y amigos pero siempre con el lápiz en mano, para escribir o para hacer retratos, veo a una madre que ve por los ojos del hijo desde una plataforma petrolera en medio del mar. Juan Pablo habita sobre el agua y sé también que ella inunda lo azul, la extensión líquida es su cuerpo, el manto que juega con viento y traslada al puerto ensenadense, se le recuerda viva, presente.
Ensenada ha tenido y tiene una vocación poética desde los inicios de las comunidades culturales en Baja California, las lecturas en cafés, restaurantes, bares, centros culturales han sido constantes. Se ha compartido el pan y el vino, las impresiones de plaquettes, libros de autor, suplementos culturales, hojas de poesía; los escritores han trabajado en sus obras sin manifestar, en la mayoría de los casos, ser parte de corrientes de moda o tradiciones literarias, con la obra publicada de Ortiz, La soledad es un espejo, Heráldica y Luidi Mortis en la colección La Rumorosa (2020), se inaugura un tiempo en el que es preciso la difusión de la obra de los bajacalifornianos pero que a la par habrá de cimentarse el estudio de las literaturas en el estado.
Alejados de la efervescencia literaria del centro del país, los escritores del puerto ensenadense imaginaron otros territorios interiores en los que construyeron diálogos con lecturas diversas, intertextualidades insólitas, los autores han bebido de fuentes que es necesario registrar, La madeja de textos que nos describe también tiene una parcela en la literatura que no hemos atendido.
La obra de Gloria Ortiz y su lugar en el rompecabezas de este gran laboratorio literario está pendiente en la reflexión académica, pero aún más importante; queda a la espera de que se lea en escuelas, en los círculos de lectura de las colonias, en los bares y calles que gustan de la poesía que nos describe a todos al momento de cuestionar el paso por el mundo, el amor, la grieta y la soledad que es espejo y circunstancia común a los seres humanos.
III
Sólo digo una cosa:
que hay formas diferentes
de cerrar con la vida
el estado de cuentas
con números negros.
Por eso escribo.
(Tomado de Luidi Mortis)
Peregrinaje en la oscuridad, el cigarro constante, un cuerpo para la letra y la batalla, versificadora de Ensenada, sus textos-letanías para el convencimiento de un Dios que asecha sin revelarse completamente, poesía de la razón. El lugar de Ortiz está labrado con cuentas de lágrimas, soledad, placer y una entrega que toma la forma de la inmortalidad, que así sea.
Iliana Hernández Partida
Ensenada, Baja California, Mex.
Autora, traductora, pintora, maestra en Cultura Escrita/Lenguas Modernas,
docente en la Facultad de idiomas de UABC.
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