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Iliana Hernández Partida

POEMAS


La vida secreta de las palabras


Debajo de tablas podridas

entre arbustos ateridos de polvo y carreteras sin fin

anómalas

en cajones de madera curtida en el Mississippi

entre tus piernas,

ahí late la vida secreta de las palabras

henchidas o como lanzas dispuestas a herir

rábanos crujientes

cebollas provocando lagrimeo

esconden el rabo en correos electrónicos

entre íconos mustios

dormitan en tu frente, palabras como moscas

a veces versos-mosquitos

tenaces por decir riscos o llamas

reposan en su mundo extraño

sofocadas por máscaras en pandemia

aquí las convoco y deletreo

para adorar tu andar y los signos de muerte sobre tu rostro

ellas, palabras para orarte

horadar la capa de hierro

y atravesarnos al mismo tiempo.



El temblor de tus párpados antes de la tormenta


El sueño, la seda que cubre tus párpados y desliza los brazos a un lado del abandono. Arrimar, arrumar, arrullar el cansancio sobre el lecho.

Hacerse el aparecido en los sueños de otro y tomar su rostro con las manos del agua onírica.

Soñarse en otras habitaciones vaporosas, los velos de un viaje nocturno.

La respiración del que descansa olvidando despertar, ¿para qué?

Mejor soñar.





Palomas perdidas


Camino hacia atrás

en una mañana que me sabe a tinta

y unas manos torcidas devuelven cincuenta centavos

a todo aquel hambriento de esporas,

mi cuello se pierde del horizonte

nombro mi pecho cicatrizado de arañas.

Estoy triste.

Bajo la loma y me interno en su tripa

goteo palomas perdidas.

Lloro.

Sumerjo cantos

escucha de mi buena fuente:

tus ojos que he llevado en los huesos

lloran el canto de los huérfanos

deseo luciérnagas eléctricas

para encender tus brazos.

Estoy triste,

bebo oscuridad

afino el llanto.



Yo no podía saberlo


No lo supe, no hay pantallas que registren mi paso por las calles sucias del centro. No supe que antes de mí le habías dado unos pesos al anciano sentado en la esquina donde me estaciono. No podía saberlo (¿cómo?), el lunes que entré fugaz a la iglesia te acababas de marchar, (en el aire flotaban tus oraciones y pecados confesados a la claridad, al uno). Imposible que al tocar los mangos maduros yo imaginara que tu mano había estado ahí tres minutos antes. Será que vas delante de mí algunos minutos, piensas que estamos por encontrarnos, pero no alcanzo a salir de casa, me detiene un alto en Reforma, una embarazada cruza la calle con dificultad y le cedo el paso, me distraen los veinte segundos en que me asomo a ver el perro de mi infancia en cualquier casa, la librería donde nunca tienen el libro que busco (pero hay cien que quisiera comprar). Me detienen los atardeceres rojizos, un mezcal, una idea brillante cuando lavo los platos, todo suma o resta para que no llegue a donde sin saberlo, me estabas esperando.


 

Iliana Hernández Partida

Ensenada, Baja California, Mex.

Autora, traductora, pintora, maestra en Cultura Escrita/Lenguas Modernas,

docente en la Facultad de idiomas de UABC.

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