"... y los veneros de petróleo, el diablo."
La suave patria, Ramón López Velarde
En la naturaleza, merced a mecanismos de adaptabilidad y apoyo mutuo, las especies ahora manifiestas, prevalecemos en un concierto de interacciones que equilibran nuestra existencia en su conjunto, aprovechan los rangos que establece la homeostasis, ya mencionada en el capítulo anterior y que funciona regulando los cambios del organismo, para mantener el medio interno estable y relativamente constante.
Setenta piezas de goma de mascar, desechamos para adherirlas por cada metro cuadrado, sobre las aceras de la población donde también incineramos basura, plásticos, desechos electrónicos, enseres domésticos en desuso, jeringuillas con residuos de droga, desechos orgánicos, en cualquier esquina, lote baldío, azotea o patio trasero. ¿Cómo una forma de resolver este problema? O lo enviamos al agua, lo enterramos o lo dispersamos al aire ¿Para qué de alguna manera, más temprano que tarde, nuestra vida se degrade y la coexistencia se convierta en una versión contaminante de "Casa tomada"? (Julio Cortázar) ¿Perder lo que alguna vez tuvimos, sin tener la oportunidad de disfrutarlo o conocerlo? La visión de este comentario, sin demérito a los abusos que cometemos los individuos comunes, ya sea participando o por silenciosa connivencia, en asuntos de contaminación y proyectado en el vecindario internacional, a nivel de las industrias cuya polución es una causante de la gravísima contaminación que padecemos, ofrece una cruda visión de destrucción natural y humana. El hombre lleva consigo artificios que lo diferencian de otras especies, descubre cómo domesticar el fuego, aprende a cuidar a sus semejantes en infortunio y desarrolla lenguaje; reflexiona, comprende y actúa en consecuencia, es decir, piensa.
Entonces el individuo humano es compendio del conocimiento que heredó de la cultura, de la sapiencia ancestral de su especie. Toda vez domesticado el fuego, inicia para el hombre y su entorno, una secuencia irrefrenable de eventos imprevistos en el contexto natural y vigentes a la fecha con artefactos y procedimientos cada vez más sorprendentes y complicados. La ventaja que el uso del fuego da desde entonces al hombre, nos otorga confort y seguridad, al tiempo que estimula en nosotros necesidades mas complejas, cuya satisfacción nos cuesta en especie y en la especie, sobre todo a través de los efectos que produce la contaminación que hemos desatado. ¿Creamos junto al río de la existencia, un pantano falaz y cenagoso, para "construir" ahí nuestro declive? ¿De qué ha servido entonces el conocimiento? Al parecer, para dos cosas: Se ha dosificado para las muchedumbres, lo indispensable con qué manipularlas y se ha reservado para los agrupamientos en el poder, el monopolio de los descubrimientos más importantes, como una forma de especulación contaminante, al servicio de esos intereses, de tal modo que la humanidad no procede como sería de suyo característico, sino como reacción al oprobio y a las supresiones en que vivimos sometidos, por razones de "libre dé empresa".
Única especie la nuestra privilegiada con alta inteligencia y paradójicamente, única especie con poder y maquinaciones para cometer sistemáticamente actos de lesa ecología. Una oruga, voraz como ellas son, devora el follaje de la planta donde vive y desecha su excretas mientras come, pero no contamina, retroalimenta, un ser humano, devora hasta lo que no necesita, provocando estragos irremediables en la naturaleza y produciendo polución, enfermedades y muerte, mucha muerte. Lo propio del hombre es la cultura, cultivar el conocimiento, lo propio del humanismo, es compartir ese conocimiento, para beneficio de la humanidad y de su entorno; pero quienes siguen adueñados del fuego, hasta las explosiones nucleares, de la medicalización de los problemas sociales y de las mas brutales hegemonías, tienen otra manera de entenderlo y la civilización se desconfigura bajo el imperio de la contaminación y bajo sus pistones, nuestra especie es exprimida. Como siempre, es de ustedes la última palabra.
Agradecido por la atención.
Roger Lafarga, Eduardo González
Culiacán, Sinaloa, Mex.
Homeópata IPN, autor.
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