"El psicoanálisis siempre está abierto a los diálogos, de hecho, su punch es tomar la palabra..."
Es el modo en que quiero estar nombrando esta serie de artículos dirigidos a la comunidad, debería nombrarlo también psicoanálisis de la cotidianidad, ya que ir con el correr de los tiempos coloca al psicoanálisis en un ejercicio de rigor dando cuenta de sus modos de leer la inmediatez del parlêtre y frente a los desafíos con los cuales nuestra práctica psicoanalítica se ve interpelada a responder.
Uno de los medios más eficaces para conocernos es sin lugar a dudas el psicoanálisis, es un ejercicio que sin proponérselo es riguroso, sobre todo porque se desatiende de toda práctica sugestiva, ya que está no se basa en ideales prestablecidos. El psicoanálisis es respetuoso de los derechos humanos, más aún, de los derechos de cada sujeto a asumir su propio goce. Renunciando a los discursos amos que desde el capitalismo se imponen. El goce fálico usufructa el empuje de lo social, donde el slogan sería, tengo falo luego existo.
El psicoanálisis siempre está abierto a los diálogos, de hecho, su punch es tomar la palabra, y lejos de quererlo ver como desahuciado nuestra práctica ofrece su aporte para mantener los lazos de la civilización, para ello analiza lo civilizado y las tensiones que este ejerce culturalmente sobre los seres hablantes. Una de esas tensiones nos viene de lo pulsional ya que no hay nada que pueda satisfacernos completamente. No hay satisfacción pulsionalmente hablando, ejemplo de ello es el consumo que empuja al sujeto a no poner límite porque de entrada todo lo tiene a la mano, también al vivir intensamente donde no solo se paga con unas monedas sino con una libra de carne.
El psicoanálisis no es como las demás terapias de hecho no es propiamente una terapia, la mayoría de las terapias pretenden tomar al yo como salida y llegada, pero el yo no es buen puerto para el psicoanalista ya que el yo no se manda solo, casi todas las terapias buscan el control del sujeto mediante su yo, terapéutizar ese yo, dominarlo, controlarlo, sugestionarlo, modificarlo. De hecho, muchas psicoterapias operan más como sectas y estas mencionan que siguen la era de acuario, estas se pueden ubicar en el sectarismo de la nueva era.
Muchos sujetos que están desbordados por un síntoma se instalan en esas sectas terapéuticas convirtiéndose solo en fieles creyentes no muy distinto a las sectas evangélicas, acomodándole a cada creyente un padre infalible que lo suture de su dolor y le produzca sanación y trascendencia. Existen muchas sectas psicológicas, géstales, ocultismo, psicomagia, astrología con modelos diagnósticos, estas prácticas oscurantistas se han tecnificado, y a eso le llaman ciencia, también tenemos otra secta que como hongos crecen en las universidades, a saber, el cientificismo, es una secta que usa métodos experimentalistas con un positivismo a ultranza que los coloca entre el dogmatismo y la fe, solo ese método es verdadero, eso es palabra de fe alabada la experimentación.
Existe una suerte de ilusión cientificista, donde todo será posible, este cientificismo desplaza la religión y “ordena la mesa” y lo humano, lo predice en todas sus posibilidades, de que morirá, cuándo, cómo salvarlo, una suerte de Dios, pero con culo y caca, es decir con pies de barro. Lacan llegó a hablar de la angustia de los sabios, de la angustia, entonces nadie escapa, en mayor o menor medida la angustia es un modo de ser de lo humano finito.
Lo sectario en las facultades de psicología es muy común, ellos pretenden curas milagrosas imposición de manos, exorcizar lo negativo, y cada ves aparecen más gurús, con planteamientos simplistas. Con eso pretenden cambiar al sujeto, son modos tan simples y peor aún esas simplezas las mercantilizan.
Se habla incluso de psicoanálisis tántrico, estos pretenden una mejor comprensión entre hombres y mujeres descubriendo las energías tanto masculinas como femeninas, sin embargo, a estos personajes aún no les ha llegado el conocimiento del goce y sus complejidades, ya que no existe ni masculino ni femenino sino formas distintas de goce que usan el cuerpo como señuelo para instalar de nuevo el goce de la vida sin la cual valdría la pena vivir.
Carlos Varela Nájera
Culiacán, Sinaloa. Mex.
Psicólogo, docente universitario UAS,
Fundador de Cátedra Lacaniana en Sinaloa.
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