RELIGIÓN
- Verónica Hernández Jacobo
- 25 abr 2022
- 3 Min. de lectura
¿Está seguro de que la religión triunfará? Sí. No solo triunfará sobre el psicoanálisis, también lo hará sobre un montón de otras cosas. Ni siquiera se puede imaginar lo poderosa que es la religión. Hace instantes hablé de lo real. Por poco que la ciencia ponga de su parte, lo real se ex tenderá, y la religión tendrá entonces muchos más motivos aún para apaciguar los corazones. La ciencia, que es lo nuevo, introducirá montones de cosas perturbadoras en la vida de cada uno. Sin embargo, la religión, sobre todo la verdadera, tiene recursos que ni siquiera podemos sospechar. Por ahora basta ver cómo bulle. Es algo absolutamente fabuloso. (Jacques Lacan, 2006, El triunfo de la religión, p. 78)

Pareciera que todos los discursos se someten al discurso religioso, este último no deja de ser un amo plástico, que copa todos los discursos y los doblega, incluidos ciencia, psicología, vida cotidiana, por supuesto la filosofía, donde la impronta religiosa muchas veces se impone. Dentro de la cultura, y la Semana Santa no deja de manejarse con atavismos religiosos donde el Viacrucis es su manifestación más clara, que hay que decirlo no deja de ser una transmisión de sacrificio como medio para alcanzar la beatitud, no es masoquismo reparador sino degradante en la condición humana.
Para Freud la religión es un no-valor, su elemento formal es una ficción; es fundamentalmente una neurosis obsesiva. La equiparación de la religión a una neurosis obsesiva aparece a menudo, y cada vez más acentuada, desde Tótem y tabú hasta El porvenir de una ilusión, según Freud, la religión es una paranoia, un delirio colectivo. La función de la religión para Freud consiste en rebajar los valores de la vida y de la inteligencia y, por lo tanto, de mantener a los sujetos en un infantilismo psíquico. Opina, en efecto, que la religión prohíbe pensar y además lucha contra la ciencia, por el miedo que le tiene.
En la vida cotidiana, el tarot, curación por energías, coachings, conversación con ángeles, constelaciones familiares, la superación personal y el espiritualismo conquistan las conciencias convirtiendo a casi todos los sujetos en creyentes exponenciales. La creencia domina a los humanos, de tal suerte que la afirmación de Freud de que el sujeto religioso es convertido a un infantilismo psíquico se mantiene.
Dice Freud que la religión tiene su origen en la impotencia humana para hacer frente a las
fuerzas naturales exteriores o a las fuerzas pulsionales interiores, tiene que reprimirlas, o tratarlas con la ayuda de otras fuerzas efectivas como ritos, rezos y expiaciones. Freud señaló tres características comunes a las religiones: 1) la religión ofrece una explicación del origen del universo; 2) consuela a la persona de las tribulaciones de la vida prometiéndole una vida feliz; 3) plantea normas para aspirar y merecer la vida eterna. En esta narrativa freudiana se sostiene casi toda la humanidad y no se le puede quitar su chupón, chupete para otros.
La mayoría de las religiones promueven la creencia de que las personas están a merced de un dios omnipotente a quien mantienen una empobrecedora obediencia; esta posición de esclavitud de la que se intenta hacer una etificación y un modo de posicionarse como esclavo fiel y discreto, es una de las formas más sutiles del envilecimiento humano. Se menciona que la religión a algunos les sirve, pienso sin embargo, que el freno pulsional no produce un crecimiento espiritual sino al contrario, es un guiño perverso de seguirse entregando a un hombre…divino.
Ese rasgo, a veces perverso del religioso varón cuando se encumbra en su misión sacerdotal se observa que detrás de su vestimenta femenina oculta cierta masculinidad, esto no deja de ser semblante opaco de perversión, sus discursos se dirigen a las multitudes, y promueven con sus ensalmos la salvación, aunque el covid nos enseñó el “sálvese quien pueda” parecía que ni dios padre salvaba, solo el quedarse en casa.
La ciencia no deja de tener su estructura religiosa, en la ciencia se promueven los nuevos milagros en el nombre de la neurociencia que muchos de ellos no llegan a ser evidencia, solo una sutil propaganda para ganar adeptos que hacen fila en las universidades.
Verónica Hernández Jacobo.
Guadalajara, Jalisco.
Psicóloga, Doctora en educación, colaboradora en la Cátedra Freudiana y Lacaniana sinaloense
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