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Primavera Abril Encinas

UNA EXPERIENCIA ROMANA

"¿Cómo pudo Miguel Ángel trazar a pincel la comunión del hombre con Dios? ..."


Estar en Roma fue la consumación de treinta y dos años de soñar con construcciones antiguas, porque creo que a eso fui a Europa después de todo, a ver si era cierto lo que leí en los libros, lo que escuché en cada historia, lo que mi mente recreó con ese poder sublime llamado imaginación.

Cómo no habría de sorprenderme con el Castillo de San Ángelo o el mismo Vaticano. No me centré en su aspecto religioso, sino monumental con esa cópula impresionante que te hace recordar que no estamos tan lejos del cielo. Me sumergí en los Foros romanos, en el Coliseo, en los Museos Capitolinos donde aprecié la cabeza de Medusa y la Luperca, compuesta por la loba con Rómulo y Remo, así como los bustos de Sócrates, Platón y Aristóteles de quien tanto había escuchado en mis días de escuela.


Frente a la Capilla Sixtina, me pregunté ¿cómo pudo Miguel Ángel trazar a pincel la comunión del hombre con Dios? O más todavía, ¿cómo pudo representar esa imagen de Dios? ¿De qué forma escogió su silueta, su barba, sus ropajes? Todos mirábamos sobrecogidos en silencio, mientras yo meditaba en el atrevimiento de poner tan cerca sus dedos con los del hombre. Creo que es la única o de las pocas pinturas que lo plasman. Ambas figuras, la humana y la divina, son del mismo tamaño, casi se tocan. Según los teóricos del renacimiento esta escena refleja la importancia que se le da al individuo frente a la espiritualidad, algo impensable durante la Edad Media.


Recorriendo los Museos Vaticanos pude admirar esculturas de la época griega, una de mis fijaciones más poderosas, sumergiéndome a la vez en toda pintura renacentista capaz de quitarme el aliento. Esas curvas, esos colores, multitud de ropajes representando diferentes pasajes de la historia italiana.

He viajado buscando afanosamente material para la escritura. Mi mente quería atrapar ficciones, hacerlas mías. Ahora estaba en la ciudad de los césares, sitio en que las antiguas columnas se mezclan con edificios modernos, los automóviles pasan por donde transitaron ejércitos tras conquistar el norte de África, la gente se tropieza a pocos pasos donde Bruto acuchilló a César. Cuánta historia no tiene la ciudad de Roma. Desde los triunfos de Marco Aurelio, la locura de Nerón que se sospecha la incendió, la invasión de las fuerzas españolas que la saquearon durante el papado de Clemente VII, hasta las ínfulas de gloria de Mussolini.

Es tan sincretista, que usaron piedras del mundo pagano para edificar palacios cristianos, por lo que apenas se salvó el Panteón, que ahora es una iglesia dedicada a la virgen María.

Caminar por las calles del Trastevere me llevó al medievo italiano, con sus coloridas construcciones repletas de restaurantes y enredaderas. Disfruté la ciudad con sus fuentes y esculturas. Comí embriagada de sensaciones, pero ni al vino le puse atención, sólo deambulé dejando que la Roma antigua ingresara en mis partículas, para adherirlas a la piel. Mi viaje estaba completo. Sabía que regresaría, aunque ignoraba cuándo. Agradecida por llevar a mi tierra tantas imágenes me inspiré para escribir esto:


Lo busco en la plaza del Popolo y después en la de España. Lo persigo sin saber dónde nos hemos citado, aunque tengo certeza de nuestro encuentro. El centro de Roma es enorme, me pierdo entre tantas iglesias, disfruto la de Santa María o la de Santa Inés con sus ornamentaciones barrocas. Indago en el barrio del Trastevere, preguntando si lo conocen, y no, no tienen idea.

Es alto o quizás no tanto. Su piel es de color oliva. Describo el fulgor de sus ojos, pero siguen sin comprender. Me ofrecen pastas y vino tinto, para compensar mi tristeza, pero me niego en todo momento.

Estoy a punto de buscar en el Vaticano, pero recuerdo que no es religioso. Me detengo en la plaza Navona dispuesta a obtener inspiración entre las fuentes. Reviso en la Fontana de Trevi, hasta que llega la noche.

Todavía tengo en mis manos el libro en blanco, esperando que el personaje se materialice.

 

Primavera Abril Encinas

Obregón, Sonora, Mex.

Autora, Psicóloga.


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