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Salvador Antonio Echeagaray Picos.

VELORIO Y “TAMBORA”

“del libro: “El Notario y la Crónica de lo cotidiano”, en proceso..., que los mismos personajes me impiden concluir”

… “Otro Sonado y recordado asesinato, lo fue el cometido en la misma entrada del pueblo y cuyo autor tuvo la “puntada” de contratar A la “tambora” del pueblo, para que tocara las canciones que le gustaban a la víctima, su querido compadre Dimas, que jamás volvería a ver”. EL AUTOR.


-Yo quería mucho a mi “compa”, pregonaba el matón a sueldo, quien formaba parte de la élite de los “del monte”, conocido en la región del Piaxtla, como “el piolín”.

Entre una y otra pieza musical que tocaban los músicos, explicaba “moqueando” y sonándose la nariz con los dedos de la mano: “yo qué culpa tengo Dimitas que me contrataran a mí, tu compadre, pá matarte. Me dijeron que de todas formas eras hombre muerto”. Supe que nadie se animaba porque eras muy macho y el mejor tirador con pistola… Como si yo no lo supiera..., cuando en varias ocasiones te vi matar venados con la escuadra “38 Súper”, de un sólo y limpio disparo a la cabeza. Recuerdo que el arma siempre la traías fajada en la cintura. Pues nunca te gustó usar la pistolera.

-Un maldito día, me hablaron ¿y qué crees?... pues que me ofrecen un “titipuchal” de monedas de plata para que yo me “encargara” de ti, compadrito. Te lo juro mi Dimitas, que te hubiera encantado oír que lindo sonaban los pesos “libertad” porfirianos y los 0.720, al chocar, unos contra otros, en la “cantinera” de cuero que me entregaron llena, con la plata que valía tú vida.

-Quienes me contrataron reconocían que yo también era “machito” y qué por eso mismo, no me rajaba ni ante tí.

-Bien has de acordarte compa, que tanto tú, como yo, probamos en varios “encargos” peliagudos que nos hicieron, que no andábamos cortos de malicia, menos de valentía. Por eso yo sabía que pá matarte Dimitas, además de “tanates”, necesitaba pensar un buen plan para no arriesgar mi físico ante tu excelente puntería. Y así lo hice…

-Después de “apurarme” en la cantina del Tarquino Lafarga, varios buches del buen mezcal que hacen en el Norote, me llegó el ánimo, y hasta olvidé nuestra amistad…y entonces cuando mis espías me dijeron que ya te ibas pá la ordeña, me escondí en el recodo del camino que se encuentra a la entrada del pueblo.., cuando pasaste cerquita a menos de tres metros de donde yo te esperaba, te vacié sobre la cabeza y el pecho todos los tiros de mi revolver calibre 38, gritándote fuerte pá que me oyeras, mientras te disparaba: !perdóname compita pero me pagaron pá matarte! Y ni modo mi querido compadre, debiste haber comprendido antes de morirte… que uno es muy formal en lo que se compromete. Siempre he vivido de eso. Y tú lo sabías muy bien “mi compa del alma”…

-Y que mientras no me madruguen y me quiten la vida, voy a seguir matando mientras me paguen lo justo, sin ser avaricioso… ni más ni menos, sólo lo justo, así como lo hicieron contigo.

-No te voy a ocultar querido amigo, que hasta me regalaron seis horas de música pá recordar las veces que abrazados cantábamos las piezas más favoritas que nos repetían una y otra vez los músicos de San Javier. Quiero que sépas compita, que voy a pagar con mi propio dinero, más horas de música, porque creo que seis, son muy pocas, para lo que yo te quería.., Pienso que tú, vales mínimo, doce horas de “tambora” con los músicos tocando y tocando hasta el cansancio, como cuando nos íbamos de jolgorio tú y yo, ¿recuerdas? Y ni muerto puedes olvidar compita, qué tú siempre empezabas pidiendo: “Dios nunca muere” y le seguías con “Llorar, llorar”… y otras que no me acuerdo, a causa de este chingado “hipo” que no me deja pensar.

-Quiero que sepas que cuando contraté a los músicos pál velorio, les dije que tocaran sólo las piezas que más te gustaban. Y como a mí las cosas se me olvidan, También pedí que me dijeran como se llamaban cada vez que las tocaban, pá recordarlas junto contigo mientras viva. -Dejé pal final estimado compadre, algo que me lastimó muy dentro de mi persona y que debes saber:

-Es que nadie… ningún pinche vecino del pueblo. Ningún familiar tuyo, ni amigo, pariente cercano o lejano, tuvo la decencia, de cumplir contigo, acompañándome al “velorio” que yo, tu compadre del alma, te ofrecía, con la música de tambora que tantas veces gozamos juntos… Ahí, en el portal de la tienda del Ángel Tolosa, a un lado de la iglesia…

“En el puro centro del pueblo, compadrito, te di la prueba de mi cariño…”

-Ah!, pero estuvo cabrón, compita, porque si no hubiera sido por los músicos, ante la ausencia de los tuyos y tus, “dizque amigos”, hubiéramos estado solos…Tú, mi querido Dimitas, sobre el catre de jarcia, de cuerpo presente..., bien muerto.

-Yo, sufriendo… con el pesar de haberte matado.


 

Salvador Antonio Echeagaray Picos. Culiacán, Sinaloa, Mex. Autor, Cronista, Magistrado en Retiro.


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